Su respiración era aún más fría que el aire agudo, que arañaba mi piel con su caricia cortante. Su respiración llegaba a mí nítida, a pesar de la distancia. Tan nítida que mi corazón quiso huir del pecho y cayó a mis pies. Quise recuperarlo pero ni siquiera podía verlo. Cristalizado, reposaba invisible sobre la nieve. Sin corazón y sin zapatos no tenía sentido huir. El frío ascendía por mis tobillos y congelaba ya mis rodillas de madera.
JCA