Siento que... A veces. Tú sabes. Ese pálpito. Está ahí, en la punta de los dedos dormidos, en los tacones que resuenan en los pasillos de los sueños. Siento que... No tengo palabras. Una bocanada de sal en la boca. Un kilo de plomo en los pies. Todo pesa. El mar frío, oscuro, pudre mis cimientos. Los caracoles reptan por mis brazos. Siento que... ¿Cómo decirlo? El leve dolor que anticipamos, aún antes de que suceda. El dolor. Como se anticipa la ausencia, el fragor de la batalla, el hambre de los perros vagabundos. Los miedos han despertado con la morfina, con la anestesia. Una enfermera me mira y su mano acaricia mi frente de arena, ángel de un cielo mudo y descolorido. Welcome to el mundo de los vivos. Luego tu rostro. Tu boca. Llevas una camisa azul. Sonríes y me gustaría explicarte que... Siento que... Tú sabes... Pero la boca llena de plástico. El aire templado. Y agarrado a tu imagen me dejo caer de nuevo en la inconsciencia.