domingo, 7 de marzo de 2010

LAPSUS LINGÜÍSTICO

Se sintió indignada, el rostro arrebatado,
primero lívida por la impresión,
inmediatamente después la sangre
regando sus mejillas, calentando
su rostro ultrajado.
Eres un cabrón.
Se levantó y se vistió en silencio.
Le temblaba la barbilla.
La moqueta parecía menos limpia,
la tarde más oscura
y el ruido del tráfico, amortiguado por los cristales,
insoportable.
Se anunciaba la jaqueca, como se anuncian
las tormentas.
Se puso el sujetador del revés,
pero digna se lo recolocó como reina.
Lástima que los dedos no atinaran
con el maldito cierre.
No el importó entonces mostrarle
sus muslos gruesos,
que intentaba ocultar siempre,
enferma de complejos.
El dolor del alma derretía
otros pequeños dolores,
deshacía las incomodidades.
Un clavo saca a otro clavo.
Sentada en la cama se puso las botas,
subió la cremallera como si
disparara una ametralladora.
Y cogiendo el bolso,
cruzó a grandes zancadas la habitación.
Eres un cerdo le dijo, a modo de despedida.
El hombre permaneció desnudo
y erecto, bajo la sábana.
Y permaneció allí un buen rato,
Cada vez más desnudo,
Cada vez menos erecto.

JCA

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