http://www.ffe.es/premiosdeltren/fallo2008.htm
http://www.ffe.es/premiosdeltren/edic_especial_PT08renfe.htm
"Quiso la casualidad que, hace once días, la corriente humana te depositara en su orilla, como un sedimento arenoso. Hombre sin consistencia. Quedaste varado en su espalda, sin posibilidad de movimiento. Entonces algo sucedió. Quizás sólo fue cuestión de química. La química o el instinto. Pero fuera lo que fuera, aquel cuerpo pequeño y duro permaneció soldado a ti durante un buen rato. Al principio te dominaba el pudor. Te sentías cómodo, pero temías que te malinterpretara y que cuando ella se volviera –su cabeza a la altura de tu barbilla, su espalda pegada a tu pecho- te mirara con odio, como si fueras un sátiro madrugador. Tu cabeza pensaba eso, pero tú ronroneabas feliz. Aquel cuerpo adosado parecía formar parte de ti, como un miembro nuevo, como un tumor benigno. Algo inexplicable. Aquella sensación. La gente protestaba. No son formas de viajar. No empujen. ¿No ven que no hay más espacio? Pero tú te sentías en la gloria con esa mujer que te acababa de crecer en la cintura.
El miedo desapareció cuando el vagón alivió su carga en el andén de un intercambiador y hubo más espacio y la gente resopló y aflojó los músculos y recuperó su espacio y su dignidad. Porque ella siguió allí, pegada a ti. Su cuerpo también se regocijaba, exultante. Ya entonces conocías el ritmo de su respiración, el aroma de albaricoque de su pelo, el grosor de su muñeca.
Se bajó en Tribunal y notaste un tirón en todo el cuerpo. Pensaste que algo así sienten las mujeres al depilarse, cuando arrancan la cera tibia de las piernas y tuercen el gesto y aprietan la lengua contra los dientes. Nunca antes te habían arrancado algo de tu cuerpo. Dolía, claro que dolía. Pequeña amputación traumática".
El miedo desapareció cuando el vagón alivió su carga en el andén de un intercambiador y hubo más espacio y la gente resopló y aflojó los músculos y recuperó su espacio y su dignidad. Porque ella siguió allí, pegada a ti. Su cuerpo también se regocijaba, exultante. Ya entonces conocías el ritmo de su respiración, el aroma de albaricoque de su pelo, el grosor de su muñeca.
Se bajó en Tribunal y notaste un tirón en todo el cuerpo. Pensaste que algo así sienten las mujeres al depilarse, cuando arrancan la cera tibia de las piernas y tuercen el gesto y aprietan la lengua contra los dientes. Nunca antes te habían arrancado algo de tu cuerpo. Dolía, claro que dolía. Pequeña amputación traumática".
Fragmento del relato DIALISIS DE AMOR, recogido en el libro Premios del Tren 2008
JCA