miércoles, 7 de noviembre de 2012

YA NO SOMOS NIÑAS - Vicente Marco


Jean Paul Gaultier
PRIMICIA: A continuación podéis leer el prólogo del futuro libro de Vicente Marco, compañero de letras. El autor del prólogo de YA NO SOMOS NIÑAS, es el escritor Miguel Ángel Mala, autor de la estupenda novela "Morir de libros". 
El prólogo es estupendo y da una visión muy interesante del panorama literario actual.
Aquí va el prólogo, que no tiene desperdicio:

PRÓLOGO

En el mundo de Lydia Waternaquer, la palabra "página" ha sido compuesta a partir de los términos "paja" y "vagina", y esas páginas son algo más que una hoja de papel, son un modo de vida porque no sólo los libros tienen páginas. Hay páginas por todas partes. En los cuartos de baño, en los ascensores, en las cabinas de los automóviles y en los clubs de carretera. Hay páginas en los confesionarios, en el Black and black and more Black y en los sueños húmedos de los adolescentes cocainómanos que se masturban pensando en sus hermanas libidinosas.
Y como no podía ser de otra manera, las páginas se suceden sin descanso. Una y luego otra y luego otra más, y entonces otra página justo cuando uno pensaba que no habría sitio porque ya era un ejército de ellas. Pero, como dijo una gran actriz refiriéndose a las joyas y posiblemente al sexo: "mucho sí. Suficiente nunca".
Claro que también hay balas. Y polvos, pastas y fluídos de muchas clases. Y hombres violentos que mueren a manos de mujeres aún más violentas, porque este libro inaugura un nuevo género de miscelánea o pastiche, como se quiera llamar, que bautizo como porno pulp ciencia-ficción desde este mismo instante. Y el único límite que la porno pulp ciencia-ficción impone es el de la inocencia. Se puede destruir, pero no conservar. Lo demás da igual. Y me refiero a la inverosimilitud de historias que hacen grande este libro.
Historias aparentemente inverosímiles, REALMENTE inverosímiles y sin embargo cargadas con ese dramatismo de lo real. Historias que se van transformando en algo distinto y nuevo a la par que lejanamente reconocible. Por ejemplo esas notas a pie de página, que dotan a la obra de un aire antiguo, como si se estuviera leyendo algo de tiempos pretéritos, algo que para una obra futurista es realmente burlesco, y da noción exacta de la futilidad de nuestra historia, personal y colectiva, de su absurdo, de su ingenuidad.
El cambio de prisma con respecto a las costumbres y usos actuales, muchos de los cuales resultan modificados expresamente para causar asombro, risa o directamente para provocar al lector o a una parte de los potenciales lectores, roza la genialidad o quizás la traspasa, entra en ella como un hurón en una madriguera de topos. Mucha gente dirá que Vicente Marco destila cianuro, pero no es cierto. Destila tetrodotoxina, un veneno mil doscientas veces más potente que el cianuro.
Lo extraño, no obstante, es que este libro se publique en España. No en Estados Unidos, Inglaterra o Francia. Lo extraño es que una editorial apueste por un producto rupturista, amperiovoltaico y recauchutante, en el que los personajes se llaman Selena Verguer o El niño de Alburquerque, en el que abunda el casticismo carpetovetónico pasado por el filtro de Russ Meyer o del primer Tarantino.
Y es que en nuestro país no se valora este material si no viene avalado por el marchamo de la traducción. Ni Buckowsky ni Pallaniuk, ni Houellebeq ni Bret Easton Ellis, ni Henry Miller o el mismísimo Marqués de Sade hubieran podido publicar una sola página en España. Y de haberlo hecho probablemente jamás se hubieran quitado la etiqueta de "morralla literaria". Aquí siempre se vive en la dictadura del realismo. Y vivimos tiempos difíciles para romper, tiempos de apariencias más que nunca, tiempos de gladiadores, espartanos y marines.
Pero gracias a Dios o al Diablo aún hay escritores españoles que buscan algo diferente a riesgo de no ser comprendidos, a riesgo de ser tachados de pornográficos e inmorales, a riesgo de perecer en el océano de monotonía que el mainstream establece. Escritores como Patxi Irurzun, Juana Cortés o Miguel Sánchez Robles. Escritores como Eloy Cebrián, Montero Glez o Vicente Marco. Escritores que caminan por selvas inexploradas dando golpes de machete, que practican incisiones de provocación en el árbol de la rutina, escritores que saben que el arte no tiene fronteras.

Miguel Ángel Mala


Gracias, Mala, una vez más.