jueves, 30 de diciembre de 2010
jueves, 23 de diciembre de 2010
CANSANCIO
que cesen los sonidos dañinos
que rompen mi cabeza.
Que cese el paso acelerado,
la catarata de imágenes
que entra por mis ojos,
el atropello de efectos y causas,
que hay que interpretar
con intuición y sabiduría
en este mundo
que gira hacia la nada
arrastrando
el vacío de las bocas,
el vacío las manos.
Sólo nos queda
alimentarnos de metáforas
encerrarnos bajo un caparazón de silencio,
imaginando una quietud de nieve y hielo
en la que invernar. Dormir,
el sueño en el que se detiene el mundo.
El mundo quieto
hasta renacer en el momento propicio,
en el momento exacto,
en el que todo recupera su sentido.
Llenas las manos, las bocas,
Llenos los ojos
de vida.
La vida incierta.
jueves, 9 de diciembre de 2010
PALABRA ESCRITA
lunes, 6 de diciembre de 2010
INSPIRACIÓN
miércoles, 1 de diciembre de 2010
AGITADORAS DICIEMBRE
Acabamos de subir a la red el Nº 18 de la revista Agitadoras. http://www.agitadoras.com/. En estas fechas en que ya no se sabe si se celebra el nacimiento de un Dios o la esperanza de la recuperación a base del consumismo convulsivo, tenemos el placer de intentar despertar vuestras neuronas con nuestra nómina de autores para el mes del solsticio, formada por:
David Roas, Juana Cortés Amúñarriz, Luís Arturo Hernández, Luís Berastain, Jesús Aller, Paco Piquer, Ángel Muñoz Rodríguez, Begoña Leonardo, Pablo Paniagua, Beatriz Rodríguez, Oscar Prieto, Daniel de Culla, Pedro Prunera, David Torres, Itziar Minguez, Rubén Castillo, Pablo T. Salvadores, Tito Expósito, Holly, Josep Oliver, Ricardo Triviño, Alex Seguí, Marta Rivera de la Cruz, Vicente Luís Mora, Il Gatopando, Joaquín Lloréns, Joaquín Lloréns, Ángela Mallén y Jan Hamminga.
jueves, 25 de noviembre de 2010
LA PIEL DEL ZORRO
viernes, 19 de noviembre de 2010
DE LA NATURALEZA DEL DESEO (I)
incontrolable
se perfila la sombra
de lo que no se pronuncia.
Silencio que amortigua notas musicales, chirridos, exabruptos.
se gesta el monstruo,
el lunático,
el futuro encarcelado y el suicida.
Se callan y se muerden la lengua.
arde la llama de lo impuro
iluminando inconstante
los rincones azules de la existencia.
se escriben nombres
con letras de musgo.
se asfixian peces de vientre blanco
entre remolinos de espuma.
lunes, 15 de noviembre de 2010
REPLICANTE
miércoles, 10 de noviembre de 2010
RUTH RATÓN
Ruth, siguiendo el movimiento de Elías, se colocó contra el tronco de un árbol. Las sombras deformaban sus rostros cuando la luna conseguía desasirse de las nubes.
Elías la besó. Devoró la pintura de sus labios, cerrados como una muralla. Jugueteó con la lengua hasta lograr introducir la punta. Ruth no colaboraba. Pero ella había aceptado ir al parque con él, y todo el mundo sabía lo que eso significaba. Preservativos en el suelo. Alguna prenda íntima engullida por la oscuridad que bajo los rayos del sol resultaba patética. Elías luchaba por vencer la segunda barrera, la de los dientes, pero aquel esfuerzo, en vez de enojarle, le excitaba. Aquella experiencia no tenía nada que ver con otras en las que las chicas, exigentes, marcaban el ritmo. Jovencitas de bocas grandes que succionaban su lengua y se pegaban a su cuerpo como trajes de neopreno. Pero ahora era él quien llevaba el mando. El rey de la jungla.
Cuando las manos de Elías abandonaron las caderas y ascendieron por el cuerpo de la chica, ella aflojó, impresionada, la tensión de su boca. Elías dejó que su lengua explorara, dominara, reconociera aquel territorio. Ruth sentía la corteza del árbol en su espalda. Las manos de Elías rastreaban su piel, hasta que llegaron a su pecho y lo dominaron. Ruth quiso decir algo pero sólo se produjo un intercambio de aire, un leve movimiento de los labios, aprisionados bajo la boca ventosa de Elías.
Los pechos de Ruth eran pesados. Elías no perdió el tiempo buscando el cierre del maldito sujetador y elevó la prenda por encima del torso. Senos deformados, aún más abultados bajo la presión del elástico. Eran las tetas gigantes de sus fantasías. Su polla se elevaba hacia la luna. Empalmado. Sentía una fuerza animal que le dominaba.
Ruth ratón. Así la llamaban, a causa de sus gestos asustadizos. La mirada insegura. Chica solitaria, sin grupo que la protegiera. La hija de la loca. A nadie le gustaría tener esa herencia. Pero allí, a oscuras, todo eso no tenía importancia. Sólo sentía una fuerza que le empujaba fuera de sí. El cuerpo se rebelaba contra la cabeza. Jódete, Jaime. Jódete, Alba. Se dejaba llevar, mecido por las turbulencias de unas olas que estallaban a la altura de sus genitales. El deseo era una piedra ardiendo en su cerebro. Una piedra mágica que quemaba su polla. Sus huevos. Los dedos de Elías se clavaban en sus pechos, los mismos pechos que ella ocultaba habitualmente bajo unas blusas holgadas de aire monjil. Ruth, chica rana, a la que ignoraban, acostumbrada a no ser invitada a los cumpleaños, convertida en princesa por una noche.
Eufórico, cediendo a su estado de ánimo confuso y a la tensión sexual, decidió que era el momento de hacerlo Se estrenaría con Ruth, perdería así la molesta virginidad.
Elías consiguió que sus dedos llegaran al lugar secreto, el cofre del tesoro. La chica tenía los muslos fríos, pero su coño estaba caliente. Introdujo los dedos en aquella cavidad húmeda. Babas de caracol, pensó. La chica se revolvió y su movimiento hizo que él, apoyado en ella, perdiera el equilibrio. Cayeron al suelo y Elías quedó sobre ella. La falda corta levantada. Boca contra boca, piernas contra piernas. Sus dedos en la vagina, aquel lugar tantas veces imaginado que deseaba conocer.
La polla de Elías era en ese momento el epicentro de un terremoto. Luchaba por escapar del slip, del pantalón, para mirar cara a cara a la luna. Y Elías la ayudó a asomar, altiva, y a recorrer el camino que ya habían explorado sus dedos. Avanzó como un reptil hacia su guarida. La frágil barrera de las bragas fue insuficiente ante la fuerza de aquel animal. Y el chico logró su propósito. Toda la sangre en la polla. Todo el dolor y el placer del mundo en un movimiento frenético. Quería romper, destrozar. Adentro. Adentro. Jódete, Alba. Le había humillado sin ni siquiera saberlo. Hasta que se derramó a borbotones, y la tensión desapareció.
Sentía el latido de un corazón pero no sabía si era el suyo o el de la chica. Sus cuerpos sobre el suelo desollado.
Comprendió que la estaba aplastando y se giró hasta caer a su lado. Su polla pringosa se escondió en su slip. Su lengua regresó de nuevo a su boca. Respiró profundamente. ¿Y ahora qué?
Al salir del parque Elías rozó los dedos de la chica con su mano, pero ella le ignoró. También había rechazado su gesto para ayudarla a levantarse. A la luz de la farola observó su rostro y recibió el impacto de su perfil avejentado. La luz de la farola hacía que sus sombras se acoplaran en el suelo. Le desagradó el dibujo. Las sombras se rompían la una sobre la otra en tremenda confusión.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
CAE LA TARDE
martes, 2 de noviembre de 2010
DE NUEVO
recupero tu lengua, tus dedos,
Tu saliva al despertar.
Tu sentido del humor más bien lacónico.
Un día comiendo uvas,
pelando uvas que tú introducías en mi boca.
Una tarde, fumando,
hablando de dios y de la muerte.
El sabor de aquellos helados de avellana,
y el crujir de los pistachos
viernes, 29 de octubre de 2010
BESOS
jueves, 21 de octubre de 2010
miércoles, 13 de octubre de 2010
BOSQUE
bajo el sauce,
bajo las hojas que lloran,
frías, desangeladas,
verdes también las manos
que rasgan la ropa
del niño,
sucia la mirada,
en el bosque
donde los árboles
fingen no oír el grito
también desnudos,
también temblorosos los sauces,
que cierran los ojos,
que agitan las hojas,
para no ver lo que sucede,
lo que está sucediendo
ahora, en algún bosque
sábado, 9 de octubre de 2010
Sólo cuando llegó la hora de la cena, Nicolas abrió la puerta. Sara vio entonces el golpe en la mejilla, el hematoma que se extendía hasta el ojo derecho. Un campo de lavanda, pensó. De lavanda herida. Flores aplastadas, derrochando su tinta.
CHICLES
martes, 5 de octubre de 2010
¿HORMIGAS?
lunes, 4 de octubre de 2010
ARMARIOS
LORITA
martes, 21 de septiembre de 2010
En Hoffnung
miércoles, 15 de septiembre de 2010
INCLEMENCIAS
martes, 14 de septiembre de 2010
(O Mary Jane sobrecogida tras 12 meses de embarazo)
Ya está aquí septiembre con sus calambres,
y el niño llora con voz de alambre.
Canta, canta, canta, y el miedo espanta.
La uva y la mosca, la mosca y la uva,
y en la despensa una extraña fuga.
Canta, canta, canta, y el miedo espanta.
La sombra en la ventana dice
el tiempo se acaba.
Se acaba, se acaba.
Tu tiempo, mi tiempo,
el tiempo del mundo.
Calla, calla, calla, y el miedo aguanta.
JCA
miércoles, 25 de agosto de 2010
ODA
domingo, 8 de agosto de 2010
FOR YOU, DARLING
Parecían gusanos de arena,
gordos , solidos,
amontonados los unos sobre los otros.
Alguien me dijo que eran el vómito de las gaviotas.
Vómito de tierra.
Vómito de la obra primigenia.
Una vez más pensé en ti,
y en ellos vi tu cuerpo retorcido,
rebozado.
Tus restos vomitados cerca de la orilla.
Aplasté esos falsos gusanos con los pies.
No me equivocaba,
guardaban en su interior jirones de algo viscoso.
Las tripas de la ballena, me dije.
La verdadera esencia de las cosas.
JCA
AGAIN
viernes, 23 de julio de 2010
jueves, 22 de julio de 2010
miércoles, 21 de julio de 2010
A ti que me estás buscando
sábado, 10 de julio de 2010
lunes, 5 de julio de 2010
CARNE
Editorial 451
Secos y descarnados, al igual que interesantes, dije al referirme a los relatos que componen Carne, el libro de Eider Rodríguez. ¿Descarnados? ¿No serán más bien carnosos? Morbosos, dijo un amigo, aprovechando la rima fácil. Más que morbosos, retorcidos, añadí yo. Retorcido es un adjetivo que me gusta, porque habla del giro de la raíz, de la curvatura de la subsistencia, de la complejidad frente a la sencillez. Pero no, no son retorcidos los relatos, sino los personajes. Maravillosamente retorcidos, porque en algún momento hacen lo que no tienen que hacer, o al menos lo que el lector no espera que hagan. Se trata de personajes cuyos actos o decisiones se salen de la moral habitual, son poco convencionales, y sin embargo permanecen fieles a su propio sentimiento. Y de ahí surge la sorpresa grata, la sensación de que el relato se estira hasta salirse del puro costumbrismo y nos muestra el mundo personal de la autora. Un mundo que es paralelo al real, pero en el que todo puede interpretarse de otra manera. Un mundo literario en el que los discursos aprendidos y las emociones que nos han contado no valen, o no son suficientes. Eider Rodríguez hace que sus personajes utilicen esa posibilidad que las buenas maneras, o quizás simplemente las maneras, tienden a dejar de lado, sin llegar a contemplarla.
Una niña, ante el odiado plato de berza que le pone su abuela, le dice ¡ojalá te mueras! La abuela coge la mano de la niña y la coloca sobre la sartén, recién puesta al fuego. Se le enrojeció la palma de la mano, antes de que anocheciera le había salido una ampolla, pero no le contó nada a su madre. Al día siguiente la abuela misma le pinchó la ampolla con una aguja. Después le puso aceite de oliva en la herida y un plato con berza tibia sobre la mesa. Así son las cosas en estos relatos, en los que la rutina, el orden, quedan dinamitados. Al igual que los sentimientos más planos, que bajo la mirada de la autora crecen en complejidad, resultando a veces difícil diferenciar incluso la ironía o la crítica.
Eider Rodríguez nos muestra con gran temple las fisuras que amenazan esos mundos que ella nos describe. ¿Qué hay detrás de un mobbing laboral? ¿De una huelga de hambre? ¿De la muerte de un abuelo? ¿Qué oculta el cartel de Se vende, en una casa de lujo? ¿Qué suscita en el héroe salvador el cuerpo de un niño a punto de ahogarse? ¿O el de la madre desnuda, llorando de agradecimiento? ¿Cuándo y cómo se atrofian nuestros sentimientos? ¿Y, sobre todo, por qué? ¿Por qué se atrofian? Aunque eso, el porqué, como sucede en los buenos relatos, es lo de menos, convertido tan sólo en el hueco que rellena el lector avezado.
Me ha gustado en particular el uso que hace la autora de los contrapuntos. Frente al amor más puro, la frialdad más sobria (La casa junto al golf, uno de mis favoritos, en el que la elipsis acerca de cómo las desgracias no siempre unen, sino que también separan, engrandece en mi opinión el relato). El amor que nace en condiciones difíciles, y el que cae extenuado en la vida más cómoda (T’es très belle, Olores imposibles). O la preciosa contradicción de madre perfecta que pronto será una perfecta suicida.
Respecto a la ambientación, los relatos se sitúan en lugares como Donosti, Irun, Hendaia. De hecho, el libro fue escrito en euskera y traducido posteriormente por la misma autora. Para mí, que soy vasca, ha sido una sorpresa agradable encontrarme con unos relatos, modernos y actuales, ambientados en un entorno reconocible (las Gemelas se ven desde la ventana de mi cuarto), y que muestran destellos de una sociedad determinada y compleja.
Creo que leer Carne es tomar una buena dosis de proteínas literarias y una forma de abrir boca, porque esta autora, a la que en mi opinión hay que seguir, acaba de publicar su tercer libro de relatos, Katu jendea (abril 2010), que espero que pronto podamos leer en castellano.
JCA
viernes, 2 de julio de 2010
miércoles, 30 de junio de 2010
DULCINEAS
La chica de las gafas oscuras dijo
lunes, 28 de junio de 2010
TAMARA
viernes, 25 de junio de 2010
martes, 15 de junio de 2010
EN TU BOCA
lunes, 14 de junio de 2010
domingo, 13 de junio de 2010
DESIERTO 1
viernes, 11 de junio de 2010
LA ÚLTIMA HORA DE HORACIO SILK
jueves, 10 de junio de 2010
martes, 8 de junio de 2010
DE SÓTANOS Y AZOTEAS
El libro contiene nueve cuentos de corte costumbrista, social, que nos narran historias de un barrio de la periferia de Madrid. En cuanto a las coordenadas temporales los cuentos nos llevan desde la infancia y adolescencia del autor, pasando por los primeros años de la democracia, los ingenuos ochenta, hasta una época más actual, situándose en concreto uno de los relatos (Diario de la operación Masacre) en fechas posteriores al 11M. Respecto al título del libro, que es también el de uno de los relatos, corresponde a una frase del mismo: “… es una cuestión de perspectiva, de mirar desde arriba o bien desde abajo. De sótanos y azoteas”. La cita, referida en el texto a la edad, se puede aplicar fácilmente a muchos otros conceptos. Además, el título es sugerente y hace pensar en un recorrido, en un camino entre dos puntos bien diferenciados, entre los cuales se desarrollan estos relatos.
El barrio del que nos habla Juan Carlos Fernández León es ese espacio que todos nosotros, de alguna manera, conocemos. En estos relatos aparece el barrio donde se vive, pero sobre todo donde se sobrevive. Son historias en las que la desesperanza lo tiñe todo de color ceniza, en las que se respira una cierta asfixia vital porque las limitaciones de los personajes son muchas, al igual que sus miserias y dificultades. Unos son puros supervivientes, otros futuros condenados. Historias en las que la realidad se doma con la ayuda de la heroína, las pastillas, la marihuana o el alcohol. Aditivos que hacen soportable el día a día en este mundo de claroscuros, cuyo olor es el de la tasca, el de los calamares aceitosos, y su paisaje el de los coches abandonados y los campos de fútbol sin porterías.
Siempre dentro de los márgenes de una literatura realista, social, los cuentos desbrozan en sus tramas aspectos como el incesto, la unión y el reconocimiento en el grupo, la soledad, el honor, los ídolos de pies de barro, los seres luminosos con las entrañas rotas. En la lectura se aprecia igualmente el temblor súbito de quien ha vivido momentos decisivos, de quien conoce el vértigo que produce mirar hacia atrás. La droga (presente en muchos de los relatos), la delincuencia, son amenazas, pero también caminos para la subsistencia. A pesar del disfraz que elijamos, seguimos siendo del lugar del que procedemos, parecen decir estos personajes. Y es que su capacidad se gestó allí, al igual que sus debilidades. Y por mucho que las cosas cambien, por mucho que algunos de los personajes consigan prosperar, en algunos momentos las raíces se tensan y susurran los nombres de los que se quedaron atrás; los más audaces, los más tontos, los que creyeron que tenían que demostrar algo y, sobre todo, los más débiles. Existe un vértigo, una cierta sensación de culpabilidad difícil de explicar, en aquellos que salieron adelante, los que se alejaron del barrio. Culpabilidad nacida quizás de la suerte de no haberse enganchado, de haberse salvado en la ruleta rusa del sida, o simplemente de no tener acumulado un número demasiado grande de muertos sobre las espaldas.
La mirada del autor (en general utiliza la primera persona en la narración, con buenos resultados) no nos evita la sordidez. Es una mirada afilada que, como una navaja, va diseccionando las penurias en un acto de casquería poética. Porque la poesía es un antídoto, una forma de neutralizar la caída al abismo. La prosa de Juan Carlos Fernández León es rica, está bien alimentada, con un regusto clásico que en ocasiones se torna intrépido. Y esa poesía de la que hablaba lo filtra todo como una lente, y envuelve los detalles con papel irisado, produciendo en momentos imágenes tan bellas como desquiciantes.
Sin embargo, el autor sabe cuándo conceder un descanso y nos muestra oportunamente las rendijas por las que acceder a la ternura. Porque también hay un espacio para el amor (torcido, pérfido, amañado pero grandioso, en el caso de Tatuajes o Cómplices, o más puro en Se van a ver las navajas), para la amistad (presente en casi todos los relatos, si bien se puede destacar en Los imperdibles de la memoria o De sótanos y azoteas), para la compasión (La alquería), para la admiración (Los antagónicos), para la complicidad –vecinal- (Soneto). Esa luz tenue, indirecta, ilumina algunos momentos de estas historias, aligerándolas, dotándolas de una felicidad inconsistente y etérea, y alimentando a fin de cuentas el germen de la ilusión. De entre estos relatos destaco, siguiendo un criterio puramente personal, La alquería, una historia narrada con una prosa más austera, donde un sillón ergonómico representa quizás el lugar que todos buscamos en la vida. En este relato se describen las relaciones humanas sutilmente, con cuidadosas puntadas que cosen la frustración con la esperanza.
Para terminar, quería comentar que De sótanos y azoteas consigue algo que se considera un valor añadido en los libros de relatos, y es el hecho de que, además de disfrutar cada uno de ellos en su individualidad, los cuentos sumen, produciendo entre todos ellos un efecto conjunto. El libro posee una atmósfera uniforme, que se palpa y se huele, en la que el lector se siente inmerso, incluso atrapado. Otro elemento que sirve como nexo de unión es la repetición de algunos personajes en diferentes relatos, ofreciéndonos distintos momentos de su evolución, y logrando con pequeños guiños la complicidad muda del lector.
sábado, 5 de junio de 2010
sábado, 29 de mayo de 2010
lunes, 24 de mayo de 2010
Diario de Anastasia (3)
En mi país estudié dos años óptica/visual/oftalmológica. Me gusta mirar ojos. Cuando niña creía que por los ojos se veía el dentro de/interior/íntimo de las personas. No es así. El dentro de las personas es misterioso. Me gustaría trabajar en una tienda de gafas, muy seria, con pelo coleta y zapatos sin tacón. Llevar bragas limpias todo el día, no como ahora. El semen se cae, todavía después de ir al baño. Bragas limpias y una bata blanca. Ahora vivo en un piso con dos compañeras/colegas/putas/de puta madre/de puta pena. Ochenta metros, cuarto sin ascensor, vistas a un patio íntimo/interior/corrala. Cuando llegué creí que el suelo era madera, pero es plástico. Le llaman sint-asol. Suelo asqueroso de mierda. Suelo falso, como la vida en esta ciudad, que parece rica pero está pobre. Mis compañeras putas no son muy pobres, porque follar es fácil y hay dinero rápido. Dinero y coca, y ropa interior bonita, y uñas de porcelana y más coca. Todas queremos trabajo distinto, bragas limpias, y una casa que no uela aceite y comida, sin peleas y televisión que grita. El dentro de las personas es a veces igual. A veces no. Yo misma me asusto a veces cuando veo mi dentro, oscuro, como una cueva en la que viva un pulpo.
JCA
viernes, 21 de mayo de 2010
INSECTOS
delgado, pálido, confuso.
Allí llegan las hormigas con su reina
a la cabeza. En aquel cortejo no faltan
escarabajos, mantis, libélulas exhaustas,
la mosca del vinagre y las arañas.
La madre le asegura que sigue sin ver nada.
Pero el niño, describe las babosas
con su rastro repugnante,
el tesón de las cucarachas,
seguidas de los escarabajos peloteros
en esa procesión silenciosa.
La madre, práctica y obesa,
resiste los envites del niño terco
que, irritado, pisa los insectos.
Quedan en el suelo sus cuerpos destruidos,
restos de alas, de patas de alambre,
manchas de un líquido amarillento.
Y sobre la masacre planea
la mirada de la madre
incrédula.
JCA