Siento que... A veces. Tú sabes. Ese pálpito. Está ahí, en la punta de los dedos dormidos, en los tacones que resuenan en los pasillos de los sueños. Siento que... No tengo palabras. Una bocanada de sal en la boca. Un kilo de plomo en los pies. Todo pesa. El mar frío, oscuro, pudre mis cimientos. Los caracoles reptan por mis brazos. Siento que... ¿Cómo decirlo? El leve dolor que anticipamos, aún antes de que suceda. El dolor. Como se anticipa la ausencia, el fragor de la batalla, el hambre de los perros vagabundos. Los miedos han despertado con la morfina, con la anestesia. Una enfermera me mira y su mano acaricia mi frente de arena, ángel de un cielo mudo y descolorido. Welcome to el mundo de los vivos. Luego tu rostro. Tu boca. Llevas una camisa azul. Sonríes y me gustaría explicarte que... Siento que... Tú sabes... Pero la boca llena de plástico. El aire templado. Y agarrado a tu imagen me dejo caer de nuevo en la inconsciencia.
miércoles, 31 de marzo de 2010
lunes, 29 de marzo de 2010
AMENAZA
Ascendía por mi vientre,
repugnante,
aunque no podía verla,
repugnante,
aunque no podía verla,
la maldita araña, tejiendo entre mis sueños,
tejiendo entre mis piernas,
las lágrimas humedecían
aquel particular pentagrama,
atrapada, allí,
el terror de quedar para siempre paralizada,
sola, con la araña,
la imposibilidad de caminar
con los pies deshollados,
con el alma deshollada,
con los pies deshollados,
con el alma deshollada,
la imposibilidad de gritar,
la tela en la boca, en los labios,
en las piernas,
en la vida,
esperando ser succionada,
por la araña, la maldita araña,
que ni siquiera veía,
y sin embargo, su amenaza
abarcaba todo mi sueño
y lo desbordaba.
JCA
domingo, 28 de marzo de 2010
LÁGRIMA
Bajo sus pestañas vibra el caracol húmedo, que deja su rastro brillante de animal tozudo junto a la encrucijada de su boca. Saca un segundo la hermosa lengua entre los labios. Pacientemente espera que llegue de nuevo el líquido salado. La lágrima avanza siguiendo el cauce de sus mejillas, salpicando alegre las orillas de su cara.
JCA
viernes, 26 de marzo de 2010
ALGAS
Las algas fueron su pelo
también su pecho, sus labios.
Las algas la acunaban,
la alimentaban,
le susurraban las canciones de la bahía.
Las algas fueron una infancia verde,
las cadenas de los columpios,
las trenzas que apretaban unos pequeños lazos rojos.
Las algas estaban en la lluvia,
pero también dentro de las botas.
Dentro de las venas.
Dentro de los armarios y de los cajones.
Se partió su corazón y surgieron algas
granates y marrones.
Algas de vida
que chorreaban su agua salada
sobre el suelo de madera.
Las algas fueron su envoltorio,
su caja,
su almohada,
sobre la que dormir un sueño de sal
tranquilo y definitivo.
también su pecho, sus labios.
Las algas la acunaban,
la alimentaban,
le susurraban las canciones de la bahía.
Las algas fueron una infancia verde,
las cadenas de los columpios,
las trenzas que apretaban unos pequeños lazos rojos.
Las algas estaban en la lluvia,
pero también dentro de las botas.
Dentro de las venas.
Dentro de los armarios y de los cajones.
Se partió su corazón y surgieron algas
granates y marrones.
Algas de vida
que chorreaban su agua salada
sobre el suelo de madera.
Las algas fueron su envoltorio,
su caja,
su almohada,
sobre la que dormir un sueño de sal
tranquilo y definitivo.
JCA
miércoles, 24 de marzo de 2010
SUTILMENTE
Los colores desvaídos.
Las rupturas anunciadas.
El cariño abrupto que levanta ampollas,
el agradecimiento volcánico,
la pena acuática y profunda.
El corazón palpita y suena
como una flauta travesera.
El grito del corazón
es el de un mamífero pariendo.
El sol sonríe
hasta que una nube le amordaza la boca.
Crujen las piedras del cementerio
y el aire acaricia las espaldas abatidas.
Circulos de vida que se cierran
sutilmente.
Los colores anunciados.
Las rupturas desvaídas.
Las rupturas anunciadas.
El cariño abrupto que levanta ampollas,
el agradecimiento volcánico,
la pena acuática y profunda.
El corazón palpita y suena
como una flauta travesera.
El grito del corazón
es el de un mamífero pariendo.
El sol sonríe
hasta que una nube le amordaza la boca.
Crujen las piedras del cementerio
y el aire acaricia las espaldas abatidas.
Circulos de vida que se cierran
sutilmente.
Los colores anunciados.
Las rupturas desvaídas.
El delirio del abrazo.
El vacío entre los brazos.
De nuevo el sol enseña los dientes.JCA
martes, 23 de marzo de 2010
LA MISMA LUZ, LOS MISMOS COLORES (7)
El abandonado
Dicen que lo que más teme un niño es verse abandonado. Nos sabemos dependientes, necesitados de cariño. Cuando alguien nos abandona, se lleva algo nuestro: un pedazo de nuestra autoestima, un poco de nuestro orgullo y un trozo de nuestra alma arrancada de cuajo, sin anestesia. Nos dejan el dolor, el pesar, la sospecha, la culpa y unos cuantos recuerdos que, al principio, acuñamos en nuestra memoria para no olvidar. Los mismos que, tiempo después, nos esforzamos en borrar.
Si el padre de mi padre se hubiera muerto, todo habría sido más fácil. Sus familiares le habrían secado las lágrimas con un gran pañuelo blanco. Habría podido hundir su cabeza en el pecho mullido de mujeres que apenas conocía y que abrazándole le habrían consolado de su desgracia. Habría llevado un luto temporal, un trajecito de tergal negro que Leticia le habría puesto los domingos para ir a misa. Y lo que es más importante, habría podido mantener su amor hacia él. En cambio tuvo que esconderlo, taparlo, pisotearlo, asfixiarlo, convertirlo en odio.
Recordaba las largas noches cuando, despierto en la oscuridad, esperaba escuchar el crujido de unas pisadas que volvían arrepentidas. Las tardes perdidas mientras observaba a lo lejos a su madre que paseaba arriba y abajo, escrutando, ella a su vez, el horizonte.
Esperar como un acto de desesperanza que se convierte en humillación.
Soñar que la realidad es sólo un sueño y tiene un final feliz.
Anhelos de recomponer su vida que se estrellaban ante un muro de confusión.
¿Ha sido culpa mía? Se preguntaba el niño.
Y sólo el silencio le respondía.
Dicen que lo que más teme un niño es verse abandonado. Nos sabemos dependientes, necesitados de cariño. Cuando alguien nos abandona, se lleva algo nuestro: un pedazo de nuestra autoestima, un poco de nuestro orgullo y un trozo de nuestra alma arrancada de cuajo, sin anestesia. Nos dejan el dolor, el pesar, la sospecha, la culpa y unos cuantos recuerdos que, al principio, acuñamos en nuestra memoria para no olvidar. Los mismos que, tiempo después, nos esforzamos en borrar.
Si el padre de mi padre se hubiera muerto, todo habría sido más fácil. Sus familiares le habrían secado las lágrimas con un gran pañuelo blanco. Habría podido hundir su cabeza en el pecho mullido de mujeres que apenas conocía y que abrazándole le habrían consolado de su desgracia. Habría llevado un luto temporal, un trajecito de tergal negro que Leticia le habría puesto los domingos para ir a misa. Y lo que es más importante, habría podido mantener su amor hacia él. En cambio tuvo que esconderlo, taparlo, pisotearlo, asfixiarlo, convertirlo en odio.
Recordaba las largas noches cuando, despierto en la oscuridad, esperaba escuchar el crujido de unas pisadas que volvían arrepentidas. Las tardes perdidas mientras observaba a lo lejos a su madre que paseaba arriba y abajo, escrutando, ella a su vez, el horizonte.
Esperar como un acto de desesperanza que se convierte en humillación.
Soñar que la realidad es sólo un sueño y tiene un final feliz.
Anhelos de recomponer su vida que se estrellaban ante un muro de confusión.
¿Ha sido culpa mía? Se preguntaba el niño.
Y sólo el silencio le respondía.
viernes, 19 de marzo de 2010
LA CAFETERA
Mamá y papá discutían muy a menudo. Empezaban con una tontería pero luego aquello parecía un tornado tropical. Rencores, envidias, ilusiones perdidas volaban por la casa destrozándolo todo a su paso. Después, llegaba la tregua y firmaban la paz frente a una taza de café. Pero un día, mi hermana Maria Elena, que siempre ha pecado de boba, le prestó la cafetera a la vecina. Esa noche la discusión fue apoteósica y mis padres no encontraban la forma de apaciguarse. A media noche mi papá empezó a hacer la maleta. Mi mamá fumaba un cigarrillo tras otro sentada en el sillón. Cuando al día siguiente la vecina nos devolvió la cafetera, mi madre le dijo que podía quedársela. Desde ese día en mi casa tomamos café instantáneo.
JCA
miércoles, 17 de marzo de 2010
DE SANGRARSE
Lo que era tuyo hace un instante ya no lo es,
aunque todavía exhale la calidez de lo familiar.
No lo es su espalda,
ni las camisas que le regalaste,
ni las fotos de los primeros veranos juntos.
Las tijeras rasgarán en dos
las sábanas, tu aliento, tus alas.
A pesar de que al cortarlas mueran,
se desvanezcan o queden inutilizadas.
La ira hace crujir tus huesos.
Anticipas las discusiones por los hijos,
por el perro que inocente agita el rabo,
o por una cafetera que tiene la goma floja.
Discutiréis y en cada grito
espantaréis las nubes, desplantaréis semillas.
Piensas en lo fácil que es extender tu odio.
Cruzas los brazos.
Desearías decir algo muy irónico,
que cerrara con elegancia esa burda escena.
Pero en tu cabeza sólo hay confusión.
Y te muerdes los labios hasta que la sangre gotea
en cascada
desde tu barbilla.
aunque todavía exhale la calidez de lo familiar.
No lo es su espalda,
ni las camisas que le regalaste,
ni las fotos de los primeros veranos juntos.
Las tijeras rasgarán en dos
las sábanas, tu aliento, tus alas.
A pesar de que al cortarlas mueran,
se desvanezcan o queden inutilizadas.
La ira hace crujir tus huesos.
Anticipas las discusiones por los hijos,
por el perro que inocente agita el rabo,
o por una cafetera que tiene la goma floja.
Discutiréis y en cada grito
espantaréis las nubes, desplantaréis semillas.
Piensas en lo fácil que es extender tu odio.
Cruzas los brazos.
Desearías decir algo muy irónico,
que cerrara con elegancia esa burda escena.
Pero en tu cabeza sólo hay confusión.
Y te muerdes los labios hasta que la sangre gotea
en cascada
desde tu barbilla.
martes, 16 de marzo de 2010
BACHES
lunes, 15 de marzo de 2010
Verano 2007
Mi madre se empezó a morir siete meses antes del día de su muerte. Aquella madrugada me desperté aterrorizada y durante horas lloré la muerte futura. Me abatió la certeza, que me rompía el pecho en una sensación de ahogo. El llanto no cesaba. El mismo llanto que luego me faltó, ya gastado, consumido. Aquella mañana me levanté y desayuné con mi madre viva, pero que se me había muerto unas horas antes. Disimulé y tomé el café, compartí las tostadas. Hablamos de cualquier cosa. El llanto había lavado mi corazón, que brillaba como la piedra pulida por el río. Masticaba el pan crujiente y tomaba despacio el café. Una olla en el fuego. Las ventanas abiertas. El sol susurraba en cada rayo algo que no entendía. Que no llegaba a entender. Todo va a salir bien, tranquila, le dije. Y las dos evitamos mirarnos a los ojos. En el patio había una jaula de pájaros vacía. Olía a verano. Y a mar. Y el sol seguía hablando en un idioma extranjero.
martes, 9 de marzo de 2010
EL ESPANTAPÁJAROS
Cuando escuché hablar de Matthew Shepard quise hacer un poema, pero me faltó talento. Había algo salvaje, que me conmocionaba, en aquel chico que agonizaba sobre una cerca, con el rostro destrozado. Un ciclista le confundió con un espantapájaros, pero se detuvo porque le llamaron su atención los dos senderos blancos que las lágrimas habían formado sobre la piel ensangrentada. Sucedió en Laramie. Todos sabemos que el infierno tiene muchos nombres. El chico montó en el coche de aquellos dos tipos que querían jugar. Dame un motivo y te daré un muerto. ¿Qué le ofrecieron? Un poco de amor. Sexo. Mentiras de humo deshilvanándose en aquel coche con la calefacción encendida mientras fuera el frío engendraba agujas de escarcha. ¿Qué sueños tenía Matthew? ¿Qué piensa en su agonía un chaval de veintiún años? He mirado muchas veces su rostro aniñado. Su torso delgado y su pelo rubio. Lo encontraron congelado. Hubo gente que rezó por él mientras luchaba por su irrecuperable vida en un hospital de Wyoming. Yo, que fui educada en el respeto a los crucificados, en la veneración a las víctimas que no pueden elegir, le rezo a él. Matthew Shepard que estás en los cielos, dice mi oración. ¿Cuál es tu reino? ¿Existe? ¿Existirá algún día? ¿Cómo dignificar tu voluntad? Me pregunto si en ese lugar idílico en que mi imaginación le ha situado las palomas se suben a las palmas de sus manos abiertas. Si comen descuidadas el pan que él les da, despreocupado. Porque ahora ya no les asusta. Ya no da miedo. Porque allí donde todo es posible, el espantapájaros se vuelve amigo de los seres voladores.
Etiquetas:
Mathew Shepard,
orgullo gay,
queer
lunes, 8 de marzo de 2010
LA MISMA LUZ, LOS MISMOS COLORES (6)
La guerra
Cuándo empezó la guerra es difícil de determinar. Hay guerras que suceden en un período de tiempo, pero la naturaleza de las mismas es eterna. Quizás esta guerra existía ya, desde que el mundo es mundo, antes de que mi padre conociera a mi madre, antes de que mi abuelo abandonara a mi abuela, antes de que mi madre sintiera que Leticia me arrebataba de sus brazos. Era una guerra antigua: la batalla del querer, la lucha de los sentimientos...
Aunque el piso era bastante grande para las dos, aunque habitaban zonas bien definidas, ellas mantenían un enfrentamiento silencioso. Los territorios comunes eran los mejores para plantar bombas, efectuar emboscadas, espiar al enemigo. La abuela dejaba el suelo del baño perdido de agua cuando se bañaba. Y lo hace aposta, le decía mi madre a mi padre. Porque la abuela era muy limpia y cuando ella no estaba bien que lo secaba. Yo no soy la criada de nadie, decía mi madre. ¿Me has oído? Le preguntaba a mi padre que siempre había tenido un oído excelente. De nadie...
Y la abuela, cuando buscaba sus delantales, su toquilla o sus tupidas medias negras, comentaba:
— Yo creo que me las esconde, hijo.
— ¿Cómo te las va a esconder?
— Sí, como aquellas zapatillas que me tiró a la basura.
— Estaban rotas, madre.
— Con la de paseos que me había costado tenerlas así.
El amor de Leticia por mi padre chocaba con el de mi madre. Era un choque violento, dañino y destructivo.
El amor de Leticia por mí, hacía que mi madre girara sobre sí misma, volteara, rodara, se buscara y no se encontrara. Madre peonza chocando contra las esquinas.
Cuándo empezó la guerra es difícil de determinar. Hay guerras que suceden en un período de tiempo, pero la naturaleza de las mismas es eterna. Quizás esta guerra existía ya, desde que el mundo es mundo, antes de que mi padre conociera a mi madre, antes de que mi abuelo abandonara a mi abuela, antes de que mi madre sintiera que Leticia me arrebataba de sus brazos. Era una guerra antigua: la batalla del querer, la lucha de los sentimientos...
Aunque el piso era bastante grande para las dos, aunque habitaban zonas bien definidas, ellas mantenían un enfrentamiento silencioso. Los territorios comunes eran los mejores para plantar bombas, efectuar emboscadas, espiar al enemigo. La abuela dejaba el suelo del baño perdido de agua cuando se bañaba. Y lo hace aposta, le decía mi madre a mi padre. Porque la abuela era muy limpia y cuando ella no estaba bien que lo secaba. Yo no soy la criada de nadie, decía mi madre. ¿Me has oído? Le preguntaba a mi padre que siempre había tenido un oído excelente. De nadie...
Y la abuela, cuando buscaba sus delantales, su toquilla o sus tupidas medias negras, comentaba:
— Yo creo que me las esconde, hijo.
— ¿Cómo te las va a esconder?
— Sí, como aquellas zapatillas que me tiró a la basura.
— Estaban rotas, madre.
— Con la de paseos que me había costado tenerlas así.
El amor de Leticia por mi padre chocaba con el de mi madre. Era un choque violento, dañino y destructivo.
El amor de Leticia por mí, hacía que mi madre girara sobre sí misma, volteara, rodara, se buscara y no se encontrara. Madre peonza chocando contra las esquinas.
domingo, 7 de marzo de 2010
LAPSUS LINGÜÍSTICO
Se sintió indignada, el rostro arrebatado,
primero lívida por la impresión,
inmediatamente después la sangre
regando sus mejillas, calentando
su rostro ultrajado.
Eres un cabrón.
Se levantó y se vistió en silencio.
Le temblaba la barbilla.
La moqueta parecía menos limpia,
la tarde más oscura
y el ruido del tráfico, amortiguado por los cristales,
insoportable.
Se anunciaba la jaqueca, como se anuncian
las tormentas.
Se puso el sujetador del revés,
pero digna se lo recolocó como reina.
Lástima que los dedos no atinaran
con el maldito cierre.
No el importó entonces mostrarle
sus muslos gruesos,
que intentaba ocultar siempre,
enferma de complejos.
El dolor del alma derretía
otros pequeños dolores,
deshacía las incomodidades.
Un clavo saca a otro clavo.
Sentada en la cama se puso las botas,
subió la cremallera como si
disparara una ametralladora.
Y cogiendo el bolso,
cruzó a grandes zancadas la habitación.
Eres un cerdo le dijo, a modo de despedida.
El hombre permaneció desnudo
y erecto, bajo la sábana.
Y permaneció allí un buen rato,
Cada vez más desnudo,
Cada vez menos erecto.
primero lívida por la impresión,
inmediatamente después la sangre
regando sus mejillas, calentando
su rostro ultrajado.
Eres un cabrón.
Se levantó y se vistió en silencio.
Le temblaba la barbilla.
La moqueta parecía menos limpia,
la tarde más oscura
y el ruido del tráfico, amortiguado por los cristales,
insoportable.
Se anunciaba la jaqueca, como se anuncian
las tormentas.
Se puso el sujetador del revés,
pero digna se lo recolocó como reina.
Lástima que los dedos no atinaran
con el maldito cierre.
No el importó entonces mostrarle
sus muslos gruesos,
que intentaba ocultar siempre,
enferma de complejos.
El dolor del alma derretía
otros pequeños dolores,
deshacía las incomodidades.
Un clavo saca a otro clavo.
Sentada en la cama se puso las botas,
subió la cremallera como si
disparara una ametralladora.
Y cogiendo el bolso,
cruzó a grandes zancadas la habitación.
Eres un cerdo le dijo, a modo de despedida.
El hombre permaneció desnudo
y erecto, bajo la sábana.
Y permaneció allí un buen rato,
Cada vez más desnudo,
Cada vez menos erecto.
JCA
sábado, 6 de marzo de 2010
FRÍO
Su respiración era aún más fría que el aire agudo, que arañaba mi piel con su caricia cortante. Su respiración llegaba a mí nítida, a pesar de la distancia. Tan nítida que mi corazón quiso huir del pecho y cayó a mis pies. Quise recuperarlo pero ni siquiera podía verlo. Cristalizado, reposaba invisible sobre la nieve. Sin corazón y sin zapatos no tenía sentido huir. El frío ascendía por mis tobillos y congelaba ya mis rodillas de madera.
JCA
JCA
LLUVIA AGAIN
Hay días que llueve sobre lo callado.
C lucha por mantener su embrión con vida. A A le quitaron su matriz hace dos semanas. La madre de I se está muriendo, ha sobrepasado ya en varias semanas el plazo de vida que le han dado los médicos visionarios. B se ha ido a Oslo a probar la carne de ballena. Mi amiga IV está de baja, se deprime por todo, le resulat difícil encontrar un solo motivo para no hacerlo. A L le han operado de cataratas. Me ojo derecho está dejando de ver. También se ha rebelado. J tiene un novio antiguo que todavía no le ha besado. Como todos los años, dicen que ésta será la peor primavera para los alérgicos.
Sigue lloviendo. Y yo callo sobre lo mojado. Sueño con lo añorado. Añoro en el reservado.
JCA
C lucha por mantener su embrión con vida. A A le quitaron su matriz hace dos semanas. La madre de I se está muriendo, ha sobrepasado ya en varias semanas el plazo de vida que le han dado los médicos visionarios. B se ha ido a Oslo a probar la carne de ballena. Mi amiga IV está de baja, se deprime por todo, le resulat difícil encontrar un solo motivo para no hacerlo. A L le han operado de cataratas. Me ojo derecho está dejando de ver. También se ha rebelado. J tiene un novio antiguo que todavía no le ha besado. Como todos los años, dicen que ésta será la peor primavera para los alérgicos.
Sigue lloviendo. Y yo callo sobre lo mojado. Sueño con lo añorado. Añoro en el reservado.
JCA
viernes, 5 de marzo de 2010
ANIVERSARIO
Hace dos años que no te fuiste
y te retengo en una lluvia de adjetivos
en una inclemencia acuática
en la que sigues viva.
Estás en la incertidumbre de los fluorescentes,
en las madrugadas a traición
sin pastillas de dormir, ni vaso de agua
en la mesilla.
Estás en las tiendas que Paula dibuja,
en los lunes con viento sur.
en un reloj sin tiempo,
-vienes y vas, vienes y vas-,
porque hoy de nuevo te he soñado
joven, con un moño pelirrojo, y las manos de harina
tú que solo de vieja hiciste repostería.
Bizcochos de eternidad.
Llueven palabras sobre mi cabeza.
El reloj es tu corazón roto.
Veo las flores que Teresa no llevó a tu entierro,
y que el abuelo cambia de agua,
cada dos días.
Y el tiempo, el tiempo, el tiempo.
-vienes y vas, vienes y vas-.
Pronto primavera, y sandalias, uñas de colores
que me recuerdan que
te gustaba pasear con un sombrero
cogida del brazo de tu amiga
Os reíais como las niñas que no fuisteis.
Primavera de nuevo,
y hace dos años que no te marchaste, madre.
y te retengo en una lluvia de adjetivos
en una inclemencia acuática
en la que sigues viva.
Estás en la incertidumbre de los fluorescentes,
en las madrugadas a traición
sin pastillas de dormir, ni vaso de agua
en la mesilla.
Estás en las tiendas que Paula dibuja,
en los lunes con viento sur.
en un reloj sin tiempo,
-vienes y vas, vienes y vas-,
porque hoy de nuevo te he soñado
joven, con un moño pelirrojo, y las manos de harina
tú que solo de vieja hiciste repostería.
Bizcochos de eternidad.
Llueven palabras sobre mi cabeza.
El reloj es tu corazón roto.
Veo las flores que Teresa no llevó a tu entierro,
y que el abuelo cambia de agua,
cada dos días.
Y el tiempo, el tiempo, el tiempo.
-vienes y vas, vienes y vas-.
Pronto primavera, y sandalias, uñas de colores
que me recuerdan que
te gustaba pasear con un sombrero
cogida del brazo de tu amiga
Os reíais como las niñas que no fuisteis.
Primavera de nuevo,
y hace dos años que no te marchaste, madre.
miércoles, 3 de marzo de 2010
EL CATALEJO
El hombre le había ofrecido aquel instrumento misterioso. La niña lo sostuvo entre las manos y examinó su peso y textura. Estaba frío. ¿Qué tengo que hacer con él?, preguntó rascándose la nariz. Cierra el ojo izquierdo y mira a través de él con el derecho. La niña obedeció. Tardó un rato en hallar algo reconocible. Aquella mezcla de colores eran las hojas de un castaño. Incluso vio una ardilla que saltaba entre sus ramas. Y sin embargo el árbol más próximo se encontraba a una distancia considerable... Estaba tan entretenida jugando con aquel objeto que había olvidado la presencia del hombre. ¿Me acompañarás a mi casa? Era la voz del desconocido, convertida en un susurro cerca de su oreja. Tengo muchos juguetes como éste. Si vienes, te aseguro que no te aburrirás. Se oyeron unas voces por el camino; risas y cuchicheos. También el chasquido de unas ramas. Buscó la imagen y sintió el mareo al percibir aquellas manchas de colores en movimiento. Era el jersey de su hermano mayor. Cuando él y sus amigos llegaron a su lado, no había rastro del desconocido. Caminó con ellos hasta casa. Escondió el pequeño catalejo debajo del colchón. Era su secreto. Jugaría con él hasta encontrar la ocasión de devolvérselo al desconocido. Y entonces le daría las gracias.
JCA
Microrelato publicado en Agitadoras Febrero
lunes, 1 de marzo de 2010
AGITADORAS DE CUMPLEAÑOS
Estimad@s amig@s:
Gracias a vosotros, lectores, y a nuestros incansables colaboradores, ¡hemos cumplido ya un año! Acabamos de subir a la red el Nº 11 (también hubo un número 0) de la revista Agitadoras. http://www.agitadoras.com/. Nuestra nómina de autores para el mes de marzo es la siguiente:
Luís Amézaga, Pepe Pereza, Begoña Leonardo, Jaume Aparicio, Jesús Zomeño, Ana Pérez Cañamares, Il Gatopando, Beatriz Rodríguez, Juan Planas , Adán Echeverría, Rubén Castillo, Jesús Aller, Inés Matute, Lalo Borja, Holly, Joaquín Lloréns, Victoria Salvador, Juana Cortés Amunárriz, Silvia Gélices, Care Santos, Armando Rivero, Gabriel Rodríguez, Diego Prado, Lullu, David Torres, Luis Arturo Hernández, Oscar M. Prieto, Ramón Pedregal, Gilda Manso, Paco Piquer, Ángela Mallén, Jan Hamminga, Carmen Camacho, Facundo Gerez, Agustín Fernández Mallo, Marina P. de Cabo.
Gracias a vosotros, lectores, y a nuestros incansables colaboradores, ¡hemos cumplido ya un año! Acabamos de subir a la red el Nº 11 (también hubo un número 0) de la revista Agitadoras. http://www.agitadoras.com/. Nuestra nómina de autores para el mes de marzo es la siguiente:
Luís Amézaga, Pepe Pereza, Begoña Leonardo, Jaume Aparicio, Jesús Zomeño, Ana Pérez Cañamares, Il Gatopando, Beatriz Rodríguez, Juan Planas , Adán Echeverría, Rubén Castillo, Jesús Aller, Inés Matute, Lalo Borja, Holly, Joaquín Lloréns, Victoria Salvador, Juana Cortés Amunárriz, Silvia Gélices, Care Santos, Armando Rivero, Gabriel Rodríguez, Diego Prado, Lullu, David Torres, Luis Arturo Hernández, Oscar M. Prieto, Ramón Pedregal, Gilda Manso, Paco Piquer, Ángela Mallén, Jan Hamminga, Carmen Camacho, Facundo Gerez, Agustín Fernández Mallo, Marina P. de Cabo.
EXTRACTO DE UN RELATO FALLIDO
No es fácil ser valiente, decidido. La cobardía es un abrigo cómodo que nos protege, que da calor a nuestras espaldas. Mi padre no supo coger al toro por los cuernos. Yo tampoco. ¿Es eso fatal? ¿Por qué habría de hacerlo? Para ganar el respeto de los demás. ¿Y para qué sirve el respeto? Para limpiarse el culo, para eso sirve. ¿O se te ocurre otra función más indicada?
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