lunes, 14 de diciembre de 2009

RÍMEL



No había mucho que decir. Sabía lo que quería, las palabras no eran sino estúpidas excusas, peldaños molestos en nuestro camino hacia la cumbre. Me tumbé vestida en mi lado de la cama y esperé a que te desnudaras. Tu cuerpo delgado, con el pecho mediano y precioso. Las caderas estrechas. Ocupaste el lado libre, ese lugar maldito, tierra de nadie. Era electrizante tenerte tan cerca. ¿Cómo podía sentir con los ojos, con las yemas de los dedos, la suavidad de una piel que todavía no había tocado? Dejé que la atracción creciera, que llenara el aire de la habitación. La excitación aumentaba al retrasar la conclusión del deseo, ese ejercicio en el que se ponen y se quitan diques a la espera de lo inevitable. Te pedí que te colocaras boca abajo. En el colchón se podía apreciar el lugar exacto donde ella clavaba sus rodillas. Así, como si fueras un animal cuadrúpedo, me dejabas ver tu hermoso culo, tu coño. Su culo, su coño. La curvatura de tu espalda. La nuca. Todavía no te había tocado. El ojo observaba cada pliegue, cada centímetro de carne que me llamaba sin saberlo.

El relato RIMEL ha sido publicado por Egales en la colección LAS CHICAS CON LAS CHICAS, diciembre 2010.

domingo, 13 de diciembre de 2009

LAS CHICAS CON LAS CHICAS


AA. VV.
ISBN: 978-84-92813-11-7
Editorial: Egales
Fecha de edición: Nov 09
Páginas: 272
Materias:Narrativa Femenina
19,95 €

Esta nueva colección de relatos reúne a las mejores plumas de la literatura lésbica. Un apasionado y apasionante abanico de posibilidades, para disfrutar en soledad o en compañía, donde distintas formas de entender la literatura y la sexualidad se dan la mano. Aquí tienen cabida todo tipo de opciones: individuales, en pareja, colectivas… con juguetes o sin ellos, con amor o sin él… pero siempre con el deseo y la lujuria presentes en cada encuentro.

En la intimidad de este libro, bajo las sábanas, junto a una mesa, al otro lado del espejo, en un cine... encontraremos cuerpos y mentes calientes, bocas que se buscan mientras con nuestros dedos recorremos sus páginas y los contornos de cada una de las mujeres que habitan en ellas.

Tiernas, crueles, activas, dulces, morbosas, aterradas, hermosas, culpables, divertidas, pasivas, calientes, difíciles, decididas, calculadoras, fantásticas, fantasiosas, impresionables e impresionantes...

Diecisiete ocasiones para disfrutar con el erotismo, la sensualidad y la sexualidad de las mujeres que se acuestan con mujeres.

Una de las mejores recopilaciones de relatos eróticos con personajes lésbicos.

http://www.libreriaberkana.com/L978-84-92813-11-7_Las%20chicas%20con%20las%20chicas%20-%20Relatos%20eróticos.html

martes, 8 de diciembre de 2009

LUIS MATEO DÍEZ

Juana Cortés, ganadora del certamen literario
La entrega de premios será el próximo 19 de diciembre

El concejal de Cultura, Celestino Pérez, junto con parte del jurado, dio a conocer los ganadores. L. DE LA VILLA
Lidia de la Villa / Villablino
El corazón en un puño, de la escritora guipuzcoana Juana Cortés Amunárriz, ha sido la ganadora, en la modalidad nacional, del XI Certamen Literario Luis Mateo Díez. Una obra de la que, tal como señaló el concejal de Educación y Cultura, Celestino Pérez, el propio Luis Mateo Diez ha dicho que “ es la mejor obra que se ha presentado en toda la historia del certamen”.
Ufffff!!!!!!!!!!!!!
¡Qué subidón!
JCA

miércoles, 2 de diciembre de 2009

AQUELLOS VERANOS DE MI INFANCIA


Siempre recordaré aquellos veranos de mi infancia. El mar. El mar me acunaba. El baño era un ritual diario, en el que se condensaba todo el placer de las vacaciones. Me alejaba de la orilla y del barullo de mis primos y allí, a solas, hacía el muerto. El agua, que cubría mis oídos, me aislaba del bullicio de la playa, sumergiéndome en un silencio total. Yo era el mar. Abría los ojos y observaba el cielo azul, las gaviotas. En aquellos momentos me sabía un ser privilegiado; el mundo era un lugar perfecto. La playa, mis primos, los partidos de fútbol, trampas, siempre nos hacían trampas, los paseos en bici al atardecer, el perro, Lay, que nos seguía, al borde del infarto. Maltrato perruno. Cuando llegábamos a la punta del espigón le acariciábamos entre las orejas, y le decíamos, buen chico. La lengua le caía hasta el suelo. Nos gustaba sentarnos en el pretil del paseo marítimo y tomar un helado inventando historias de náufragos que se convertían al canibalismo, y freían sin ningún complejo el intestino delgado de sus enemigos. A veces un vecino nos llevaba a pescar en su barca, y uno creía en dios cuando picaban los peces y brillaban como joyas, mientras sujetábamos la caña con fuerza bajo un sol de justicia. Los domingos mi padre nos invitaba al aperitivo y yo pelaba las gambas con cuidado y luego el sabor a mar se quedaba en mis dedos durante horas. También mi piel sabía a mar, cubierta por el salitre tras cada chapuzón. Me gustaba chuparme los brazos, aunque mi madre me decía que no hiciera eso, porque le parecía desagradable. Sin embargo, al hacerlo, yo mismo me sentía gamba, animal marino, pez de verano durante esos dos meses que compensaban el tedio de Madrid. Por las noches refrescaba, y mis padres y mis tíos jugaban a las cartas después de cenar, en la terraza, mientras mi prima Elena se preparaba para salir con su novio. ¡Qué miras, enano! me decía mientras se pintaba los labios, radiante, y luego me despeinaba con un gesto cariñoso. ¿Puedo ir contigo? Ella se reía. Eres un poco pequeño. Cuando crezcas, ¿quién sabe? Un día y otro, el sol, el sol que calentaba y derretía aquellos veranos largos, interminables, que parecían durar una eternidad, hasta que de repente el tiempo empezaba a correr, y se imponía la cuenta atrás. Cada día era un día menos. Y mi madre empezaba a pensar en las maletas, y en los malditos uniformes y los libros de texto que había que plastificar. Y yo, hasta el último día, seguía yendo a la playa. No me cansaba. Fantaseaba con que si seguía bañándome, me saldrían escamas, y un verano no regresaría a Madrid. ¿Dónde está? ¿Habéis visto a Marcos? Yo les observaría desde la bahía, y escucharía sus gritos, y sí, sentiría cierta tristeza, pero quizás no demasiada.
La primavera en que cumplí doce años, Elena se mató en un accidente de moto. Ese mismo verano mis tíos vendieron el apartamento de la playa y se encerraron en su piso del barrio del Pilar, con las persianas echadas y el aparato de aire acondicionado funcionando a todo trapo. Mis padres nos compraron un bono para la piscina municipal, pero yo no fui ni una sola vez. Desolado, intenté recuperar mi esencia acuática sumergiéndome en la bañera. Cuando me introducía en el agua jabonosa, no podía evitar el llanto. Lloraba por Elena, lloraba por el verano perdido, incluso por las gambas que imaginaba pudriéndose sobre un platito de cerámica, y por muchas cosas que todavía no tenían nombre. Pronto me sentía incómodo, y también lloraba por eso, porque para entrar en la bañera tenía que encogerme mucho, y nunca conseguía hundir las rodillas, que sobresalían del agua como dos montañas blancas, redondas y suaves.

Publicado en la revista Agitadoras de diciembre 2009

AGITADORAS DICIEMBRE

Acabamos de subir a la red el Nº 8 de la revista Agitadoras. http://www.agitadoras.com/. Os deseamos lo mejor para este mes de las digestiones “difíciles” y la búsqueda incansable de regalos. Nuestra nómina de autores para el mes de diciembre es la siguiente:

Beatriz Rodríguez, Luís Arturo Hernández, Pablo Miravet, Jordi Macarulla, David Torres, Silvia Gélices, Stefany Da Costa, Luis Amézaga, Victoria Salvador, Joaquín Lloréns, Jan Hamminga, Gilda Manso, Natalia Ríos, Guillermo Cuervo, Joan Ramis, Jesús Zomeño , Pepe Pereza, Lalo Borja, Jenn Díaz, Juana Cortés, Paco Piquer, Holly, Inés Matute, Jesús Aller, Jacqui Aires, Il Gatopando, Rolando Revagliatti, Sergio Manganelli, Adán Echeverría, Rubén Castillo, Javier Cánaves, Marina P. de Cabo, Care Santos, Uberto Stabile, Diego Prado, José Luís Sampedro, Rodrigo Cortés.

domingo, 29 de noviembre de 2009

LLUEVE

Hoy me he levantado pensando en que hay alguien igual que yo, en otro punto del planeta, en una ciudad quizás como Tokio, o en una aldea en Nueva Zelanda, y que esa mujer que soy yo, pero es otra, con otra vida, se ha levantado contenta. En su mundo, vida, existencia paralela, no llueve. Y ha desayunado mirando al sol, con los ojos entrecerrados, y ha pensado, cómo sería ser otra persona, en un mundo húmedo, gris, triste, en una ciudad dormitorio de un país europeo. Mientras pensaba en estas cosas, de sosias, mundos paralelos, dobles, historias que empiezan en un lugar y acaban en otro, observaba la calefacción cubierta de calcetines. Con esta humedad la ropa no se seca. Hay tanta tristeza en esa ropa que cubre los radiadores... Mi madre hacía membrillo de manzana y nunca ponía la ropa en los radiadores. Ella esperaba a que la ropa se secara en el patio. Eran otros tiempos, o quizás eran simplemente otros radiadores.
JCA

sábado, 28 de noviembre de 2009

ARBUSTOS

Sapar edoceinec du bere izala.

"Cualquier arbusto tiene su sombra".

Texto inscrito en el techo de la biblioteca del Castillo d'Abbadie.

martes, 24 de noviembre de 2009

LA PRESENCIA

El hielo se deshacía en los vasos, mientras tomábamos café en una terraza, bajo la sombra de un plátano polvoriento. Disfrutábamos de una primavera recién estrenada, a la espera de que nuestros hijos acabaran la clase de judo. Hablábamos de alimentación, de enuresis y bronquiolitis, de remedios caseros. Una madre contó que su niña se despertaba e iba a su cuarto, a oscuras, descalza, todas las noches. Era una experiencia regular, sólo variaba la hora en la que se producía la visita. La madre se había acostumbrado y era tal el hábito que, incluso antes de abrir los ojos, ya sentía su presencia. Aunque la niña no hiciera ruido, algo en su inconsciente la reconocía y le hacía volver del mundo de los sueños en un viaje vertiginoso. Todas hemos tenido esas sensación, dijo una joven restándole protagonismo. Es algo habitual, un sexto sentido. Desarrollamos esa capacidad, nos adelantamos a la llamada, al llanto, al vómito que podría ahogar a nuestros hijos. Todas estuvimos de acuerdo. Pero… La mujer que había iniciado el tema, lo retomaba con tozudez. ¿Os ha ocurrido también que sentís la presencia, la sentís a vuestro lado y…? Guardó silencio unos segundos. ¿Y si al abrir los ojos no hay nadie? Sentí un escalofrío, y la mirada de aquella mujer y la mía se cruzaron unos instantes.

En ese momento sonó una campana y los niños salieron alborotados. Abracé a mi pequeña. Bajo la luz diurna nuestros miedos eran leves, ligeros, como la brisa que mecía nuestros cabellos. Y todo parecía tremendamente fácil.

JCA

viernes, 20 de noviembre de 2009

LARGO ES EL ARTE - Ángel González

El poeta hace felices a los demás cuando se arranca un trozo de intestino y lo encuaderna. Cuando se peina y deja en el cepillo restos de rima en asonante. Por todas partes vibran sus palabras, amigas, enemigas. Sobran datos, referencias, números y elogios. Las personas se van pero sus obras quedan. Y consuelan. Y guardan en su leve estructura el milagro de un pensamiento musical. Atrevido. Versos que acompañan a los insomnes, a un adolescente con un piercing en el glande, a una mujer que lleva una iguana subida a un hombro, a ti y a mí y al hombre que fuma una pipa en un banco frente a un colegio —hombres de vidas apretadas, muchachas que crecen entre el ruido—. A ese taxista con un palillo entre los dientes, fundido en un atasco. Habrá palabras nuevas para la nueva historia y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde. Voces de gas, infladas, desinfladas, atadas a una cuerda como globos. Herramientas sonoras, ladrillos de un muro invisible. Vocablos que, cogidos de la mano, bailan al corro de la patata. Y forman versos juguetones, lanzados como aros de malabarista. Hermosos en su danza vertical. Reconfortantes.
Siempre quedará su poesía, cayendo en oídos anónimos y germinando, creciendo, vistiendo, desnudando el alma.
Y en ella el autor vivirá para siempre. Iluminado.
JCA

Aportación al preciosos libro homenaje al poeta Ángel González que hizo el Ayuntamiento de Alcorcón el año 2008.

martes, 17 de noviembre de 2009

NACIMIENTOS

"El tren se detuvo, y descendí los escalones metálicos sobre los que resonaron los tacones de mis sandalias. Siempre he pensado que las estaciones son lugares especialmente tristes, territorios de paso en los que fermenta el poso de historias inacabadas, fragmentos de vidas en tránsito. Me producen nostalgia, al igual que sus baños con azulejos húmedos, y puertas de madera en las que se graban arañazos que aspiran a la eternidad. El viaje había sido largo. Necesitaba ir poco a poco y, precisamente por eso, había rechazado el traslado en avión. Deseaba acompasar mi mente, mi cuerpo, mi miedo disfrazado de recelo. Cogí el pequeño trolley y me alejé de la estación, camino de la parada de autobús más cercana. El desasosiego me dominaba. Las puertas que no se cierran bien siempre quedan abiertas, había dicho mi terapeuta con su tono profético.


Cuando llegó el autobús, compré el billete y me senté junto a la ventanilla. Intuí que el conductor me miraba por el espejo, pero no le presté atención mientras rumiaba un monólogo interior hecho de fragmentos inconexos. Los fantasmas se despertaban y paseaban sin orden, limpiando el suelo polvoriento con sus sábanas ajadas. Todo había empezado aquí hacía cuarenta y tres años. Nací en el hospital de Irún en el año 66. Ese fue mi primer nacimiento, una mañana lluviosa y triste, muy triste, a pesar de ser verano. Tiempo después supe que ese día un barco se había hundido, y un par de hombres se habían ahogado. Y mientras aquella tragedia se masticaba, yo no quería salir. Quizás ya intuía lo que me esperaba al otro lado, esa lucha que siempre ha ido conmigo. Ese instinto del animal que continuamente está alerta, que nunca baja la guardia, porque si lo hace… Carne de cañón. Así me había sentido mucho tiempo.


El autobús avanzaba lentamente, y yo me refugié en esa lentitud, en ese deseo de detener el movimiento. Observaba las calles. Las reconocía, a pesar de sus edificios y sus comercios nuevos, en una extraña superposición de recuerdos e imágenes. Me sentía como si estuviera dentro de un sueño en el que la irrealidad era tolerable. Caminar sobre nubes. Volar. El mundo de los sueños es también nuestro mundo. Al pasar por la calle Al pasar por la calle El Pinar volví a ver al dentista al que mi madre me traía los sábados por la mañana. Por unos instantes fui de nuevo el niño al que no se le caían los dientes de leche, y abría la boca frente a aquel hombre de rostro serio y bata blanca. Los extraía de dos en dos. Dos perlas blancas y una nube de sangre en la boca. En el piso de al lado había una academia de baile, y mientras el dentista hacía su trabajo, yo escuchaba la música e imaginaba a las bailarinas hermosas, enfundadas en sus preciosos trajes. Ya entonces intuí, a través de aquella experiencia, que la feminidad extrema, que para mí representaban aquellas bailarinas, estaba unida a la sangre. La menstruación. El parto. Mujeres por cuyos muslos corrían hilillos de un rojo intenso. El sabor de la anestesia y los músculos faciales dormidos. La baba escurriéndose por la comisura de mi boca"

JCA
Fragmento de NACIMIENTOS, relato incluido en el libro publicado por Lurraldebus, noviembre 2009

LA VENTANA


Desde la ventana de mi habitación tenía una vista privilegiada. Siempre, al levantarme, me asomaba. Recogía la persiana, ataba la cuerda de plástico verde con un nudo y sacaba la cabeza. La lluvia mojaba mi pelo -en los recuerdos de mi infancia llueve a menudo-, o el sol me hacía cerrar los ojos. Allí estaba. Incluso antes de verlo, lo anticipaba en la brisa. El mar. Los barcos, el cielo, las nubes. A pesar de que no podía ser de otra manera -¿qué demonios pensaba que iba a encontrar allí si no?-, el reencuentro con aquel paisaje me tranquilizaba. La costa de Francia desdibujándose en la distancia. El castillo d’Abbadie sobre las campas de un verde intenso. Las gaviotas. A veces la niebla me impedía ver más allá de mis narices. Pero lo intuía. Lo sentía. El sonido de las olas al chocar contra el paseo Butrón. La amenaza callada de esa masa acuática que mecía mis sueños. Durante un tiempo pensé que lo que quería confirmar cada mañana al realizar ese acto era que el mundo no cambiaba. Que el mar, pasara lo que pasara, seguiría en su sitio.
Cuando unos años después me mandaron a unas colonias infantiles, entendí qué era exactamente lo que sucedía. En la soledad de la meseta castellana, desbordada por el sol y la melancolía de unos inabarcables campos de trigo, tuve una revelación. Aquel ritual no tenía que ver con el mar, ni con la permanencia del mundo exterior. Lo que quería ratificar al mirar cara a cara al océano era simplemente que yo estaba en el lugar preciso. En el sitio correcto.
Y allí, atrapada por la angustia de la distancia, embriagada de añoranza, descubrí que no hay nada tan descorazonador como no estar donde uno quiere estar. O no ser quien uno aspira a ser.
JCA

viernes, 13 de noviembre de 2009

EL TREN

¡Vamos, Franz! A causa de la multitud el niño se había rezagado. Rita le miraba desde el vagón con sus hermosos ojos grises. La esperanza devolvía a aquellas personas la fuerza consumida durante aquellos terribles años. ¡Sube, hijo! Les llevaban a los campos de trabajo. Cualquier cosa era mejor que el gueto, eso pensaban. Cuando el tren inició su movimiento, la madre gimió, rota. ¡Franz! Rita abrió y cerró la manita. Adiós, hermano. El niño lloró, su cara se llenó de lágrimas y de mocos. Todavía hoy lo recuerda muchas veces. Esperanzas envenenadas camino del infierno. Próxima estación: Treblinka.
JCA

jueves, 12 de noviembre de 2009

OTOÑO

Me alejé unos pasos, y le dije que lo nuestro había acabado. Insistí en que mi vida estaba en otro lugar, en otros brazos. Nuestro lecho se había convertido en un estanque helado. ¿Acaso no se daba cuenta? Ya no lo aguantaba más. Pero ella seguía allí, con su maldita sonrisa. ¡Qué bromista eres, Max! Era imposible desarmar su gesto cariñoso, sus ojos llenos de luz. Me agarró de la mano y paseamos en silencio. Fue allí donde sucedió, junto al río. No podía soportar aquella sonrisa en sus labios. Volví su rostro contra el suelo y la cubrí de hojas secas.
JCA

lunes, 9 de noviembre de 2009

ABBADIE

"Tuve la suerte de encontrarme esta historia en la ventana. El castillo estaba al otro lado del río. Siempre lo había visto ahí y un día me pregunté por él. Lo primero que oí de Abbadie fue que en el comedor de su casa había una elegante mesa puesta en el centro y cierto número de sillas alineadas por las paredes. Cada una de estas sillas forradas de terciopelo verde tenía una letra bordada sobre el respaldo y cuando todas ellas se juntaban alrededor de la mesa, formaban una frase en lengua abisina que venía a decir "Que no haya un traidor entre nosotros". El castillo está lleno de inscripciones de este género que Abbadie hizo grabar en muchas de las lenguas que hablaba".

Este fin de semana ha llegado a mis manos un precioso librito; ABBADIE. Fue escrito por Iñigo Sagarzazu, y publicado por la ediorial Oyhenia. Este libro es una joya en cuanto a su presentación, y la fascinante historia que cuenta no dejará a nadie indiferente. Antoine d'Abbadie parece un personaje salido de una novela de aventuras, un sabio, un aventurero, un excentrico quizás... Pero Abbadie fue un hombre de carne y hueso, que si bien no tuvo descendencia nos dejó su legado en forma de piedra.

Yo también veía el castillo desde la ventana de mi habitación, aquel maravilloso delirio, capricho, símbolo capaz de alimentar sueños desde la lejanía.

JCA

martes, 3 de noviembre de 2009

AGITADORAS NOVIEMBRE

Acabamos de subir a la red el Nº 7 de la revista Agitadoras. http://www.agitadoras.com/. Os deseamos lo mejor para este mes de las ánimas. Nuestra nómina de autores para el mes de noviembre es la siguiente:

Jesús Zomeño , Pepe Pereza, Lalo Borja, Isabel Huete, Gracia Iglesias, Ana Pérez, Luisa Valenzuela, Albert Herranz, Pedro Pruneda, Jenn Díaz, Juana Cortés, Paco Piquer, Holly, Inés Matute, Ángela Mallén, Jesús Aller, Il Gatopando, Luís Arturo Hernández, Pablo Miravet, David Torres, Agustín Fernández Mallo, Silvia Gélices, Luis Amézaga, José Ángel Barrueco, Toni Nievas, Ana Márquez, Victoria Salvador, Joaquín Lloréns, Ángela Armero, Xisco Fuster, Jan Hamminga, Gilda Manso, Natalia Ríos, Pedro Tellería, Guillermo Cuervo, Joan Ramis.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Premios del Tren 2008


http://www.ffe.es/premiosdeltren/fallo2008.htm

http://www.ffe.es/premiosdeltren/edic_especial_PT08renfe.htm
"Quiso la casualidad que, hace once días, la corriente humana te depositara en su orilla, como un sedimento arenoso. Hombre sin consistencia. Quedaste varado en su espalda, sin posibilidad de movimiento. Entonces algo sucedió. Quizás sólo fue cuestión de química. La química o el instinto. Pero fuera lo que fuera, aquel cuerpo pequeño y duro permaneció soldado a ti durante un buen rato. Al principio te dominaba el pudor. Te sentías cómodo, pero temías que te malinterpretara y que cuando ella se volviera –su cabeza a la altura de tu barbilla, su espalda pegada a tu pecho- te mirara con odio, como si fueras un sátiro madrugador. Tu cabeza pensaba eso, pero tú ronroneabas feliz. Aquel cuerpo adosado parecía formar parte de ti, como un miembro nuevo, como un tumor benigno. Algo inexplicable. Aquella sensación. La gente protestaba. No son formas de viajar. No empujen. ¿No ven que no hay más espacio? Pero tú te sentías en la gloria con esa mujer que te acababa de crecer en la cintura.
El miedo desapareció cuando el vagón alivió su carga en el andén de un intercambiador y hubo más espacio y la gente resopló y aflojó los músculos y recuperó su espacio y su dignidad. Porque ella siguió allí, pegada a ti. Su cuerpo también se regocijaba, exultante. Ya entonces conocías el ritmo de su respiración, el aroma de albaricoque de su pelo, el grosor de su muñeca.
Se bajó en Tribunal y notaste un tirón en todo el cuerpo. Pensaste que algo así sienten las mujeres al depilarse, cuando arrancan la cera tibia de las piernas y tuercen el gesto y aprietan la lengua contra los dientes. Nunca antes te habían arrancado algo de tu cuerpo. Dolía, claro que dolía. Pequeña amputación traumática".
Fragmento del relato DIALISIS DE AMOR, recogido en el libro Premios del Tren 2008
JCA

miércoles, 28 de octubre de 2009

Los personajes femeninos

















"Pero siempre hemos existido. Aunque nunca se habla de nosotras en las novelas de hombres, que sólo imaginan mujeres con las que querrían acostarse. Siempre hemos existido, pero nunca hemos hablado. Incluso hoy que las mujeres publican muchas novelas, raramente encontramos personajes femeninos cuyo aspecto físico sea desagradable o mediocre, incapaces de amar a los hombres o de ser amadas. Por el contrario, a las heroínas de la literatura contemporánea les gustan los hombres, los encuentran fácilmente, se acuestan con ellos en dos capítulos, se corren en cuatro líneas y a todas les gusta el sexo
."
Teoría King Kong - Virginie Despentes

lunes, 26 de octubre de 2009

Teoría King-Kong - Virginie Despentes


"Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del mercado de la buena chica.
(...) Yo soy ese tipo de mujer c0n la que no se casan, con la que no tienen hijos, hablo de mi lugar como mujer siempre excesiva, demasiado agresiva, demasiado ruidosa, demasiado gorda, demasiado brutal, demasiado hirsuta, demasiado viril, me dicen. Son, sin embrargo, mis cualidades viriles las que hacen de mí algo distinto de un caso social entre otros. Todo lo que me gusta de mi vida, todo lo que me ha salvado, lo debo a mi virilidad. Así que escribo aquí como una mujer incapaz de llamar la atención masculina, de satisfacer el deseo masculino y de contentarme con un lugar en la sombra.
(...) Escribo desde aquí, desde las invendibles, las torcidas, las que llevan la cabeza rapada, las que no saben vestirse, las que tienen miedo de oler mal, las que tienen los dientes podridos, las que no saben cómo montárselo, ésas a las que los hombres no les hacen regalos, ésas que follarían con cualquiera que quisiera hacerlo con ellas, las más zorras, las putitas, las mujeres que siempre tienen el coño seco, las que tiene tripa, las que querrían ser hombres, las que se creen hombres, las que sueñan con ser actrices porno, las que tienen el culo gordo, las que tiene vello dura y negro que no se depilan, las mujeres brutales, ruidosas, las que lo rompen todo cuando pasan, a las que no les gustan las perfumerías..."
He disfrutado estos días de la lectura del libro de Virginie Despentes, un libro escrito desde la experiencia, con reflexiones directas que no dejan indiferente al lector. Su discurso es potente, claro, cínico. La naturalidad, la proximidad de la autora, domina cada una de las páginas. Cuando parece que todo está dicho, la lucidez de Despentes sorprende y se agradece. Lo que más me ha gustado es su decisión de huir del victimismo, de descubrir las falsas ideas que hacen de la mujer un ser de segunda. Despentes hace un análisis de lo femenino desde su propia experiencia de ser mujer. Hay párrafos imprescindibles en lo que desarticula el "eterno femenino" y todo lo que conlleva, siempre en perjuicio de las mujeres. Creo que el interés del libro no consiste en estar de acuerdo o no con la autora, con sus ideas, sino en disfrutar de la posibilidad de leer algo original sobre temas tan delicados como la violación, prostitución o pornografía.
JCA

miércoles, 21 de octubre de 2009

CIENTO DIEZ KILÓMETROS

Árboles del revés,
el viento sopla entre sus raíces.
Paisaje monótono, del que me cuelgo
yonqui de imágenes.

El corazón se desangra,
y yo sin quitamanchas.

La pena salta a borbotones
y salpica el cristal emplastado de mosquitos.
Tu perfil de cemento.
Tus dedos de barro cocido
sobre el volante.

No funciona, has dicho.
No he sentido nada.
Como un disparo, te mueres sin sentirlo.
Ya te has muerto.

¿Cuánto falta para llegar?, pregunto.
Ciento diez kilómetros.
De llagas. De clavos. De podredumbre industrial.
Jaqueca pincho moruno.
A los muertos no les reconfortan las aspirinas.

¿Puede alguien recolocar los árboles?
¿Ponerlos en su sitio?

Ciento diez kilómetros y cogerás tus cosas.
Harás una maleta.
Te llevarás la cafetera y esos ridículos slips de dibujitos.
Posavasos recuerdo de una isla griega.
Una botella de Brugal medio vacía.

Hay que echar gasolina, dices.
Y yo observo mis venas, también secas.
Me muero. Ya me he muerto.
Y el hombre del mono naranja, con sus guantes de plástico,
me mira insolente.

Montas en el coche
Ignoras mis lágrimas de azúcar glas,
cristalizadas.
El cuentakilómetros deshace mi vida.
Borra mi pasado.
Cincela mi futuro a golpes de martillo.

¿Cuánto falta para llegar?, pregunto.
Ciento diez kilómetros.

El tiempo detenido.
De alguna forma sigo en ese coche,
en ese momento.
Como un fantasma con una cadena de gruesos eslabones,
atada a tu recuerdo.

martes, 20 de octubre de 2009

HOMBRES SON SOMBRERO HONGO





















El piso había envejecido en la misma medida que lo habían hecho mis progenitores. Descubría así el agotamiento de las puertas del armario del recibidor, que ya no encajaban, que se combaban, como lo hacía la espina dorsal de mi padre. O los cajones de la cocina con el ironfix blanco levantado, ostentando su pequeña decrepitud. El rostro de mi madre, surcado de pequeñas manchas solares, tenía ese aire de fondo de alacena en la que las migajas se apelmazan en estratos minúsculos. Su pelo iba adquiriendo el mismo color de los tapetes desvaídos.

Cuento ganador en la modalidad en castellano del XXVIII Concurso de Cuentos "Villa de Errenteria"

miércoles, 14 de octubre de 2009

¡CÁLLATE!

La mujer que había dentro de mí decía cosas. Su voz me irritaba, me sacaba de quicio, pero era incansable. Ese niño te joderá la vida, me susurraba. Eres tú quien me amargas, me defendía yo. Sabes que desde que llegó el mocoso, él te ignora. Ya no te toca. Tus pechos vacíos. Tu vagina sedienta. Volcaba en mi cabeza su veneno mientras bañaba al niño, mi mano sujetando su nuca para mantener la cabecita fuera del agua. Sería tan fácil… ¡He dicho que te calles! Y yo seguía enjabonando su pequeño cuerpo, una noche más. Una noche más.
JCA

Microrrelato seleccionado para la colección Relatos en Cadena, que será publicada por Alfaguara.

domingo, 11 de octubre de 2009

Premio de Narrativa Ciudad de Alcalá

QUERIDOS NIÑOS


La infancia es a veces un paraíso perdido,
pero otras, es un infierno de mierda.

Mario Benedetti (1920-2009)

El libro, que contiene nueve relatos cuyo hilo conductor es la infancia, será publicado por Alcalá Narrativa y se presentará la primavera del año que viene.

sábado, 10 de octubre de 2009

Agradecimiento

Hay un viaje, íntimo, que se inicia en soledad y se viste de palabras. Una voz que habla, sin pretensiones, que rompe la rutina, que vence las resistencias y se impone con su naturaleza exagerada, agreste, a veces caprichosa. En ese viaje del yo, de la niña que quería escribir y no sabía, hasta aquí, hoy, ahora, hay un montón de piedras, huellas de mamíferos y de aves, curvas intransitables, algún accidente físico, flores que se helaron, cizaña que creció en las puntas de mis dedos, y en las palmas de mis manos. Son mis historias. Van conmigo. Ellas son mi cama, mi ropa, mi alimento. Son la llave que me permite acceder al lugar sagrado. Y con este premio, estas historias asoman la cabeza de la jaula, e inician su propio vuelo, hermoso y decadente.

viernes, 9 de octubre de 2009

Entrega Premios Ciudad Alcalá

El Ayuntamiento apuesta por la creación artística con la entrega de los premios “Ciudad de Alcalá”
El alcalde, Bartolomé González, ha presidido la ceremonia en el día en que se conmemora el bautismo de Cervantes en la ciudad complutense
La gala, conducida por el actor Francisco Valladares, ha contado con la presencia de la premiada de “las Artes y las Letras”, Ainhoa Arteta

Alcalá, 09-oct-09.- El alcalde de Alcalá de Henares, Bartolomé González, presidió la ceremonia de los Premios Ciudad de Alcalá y entregó a la soprano Ainhoa Arteta el Premio Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras. Esta gala se celebró coincidiendo con la conmemoración del bautismo de Miguel de Cervantes en la ciudad complutense el 9 de octubre de 1547 y tuvo lugar “en el Teatro que lleva el nombre de Miguel de Cervantes, donde –según el alcalde- reforzamos nuestra apuesta por la creación y por los creadores, nuestra apuesta por el arte y por la cultura con mayúsculas”.
En su cuadragésima edición, los Premios Ciudad de Alcalá correspondieron a María José Aranguren y José González (arquitectura, por el proyecto del Parador de Alcalá), Ralf Pascual (fotografía), Jorge de la Peña (investigación histórica), Juana Cortés (narrativa), Juan Ignacio García (periodismo), Klaus Ohnsman (pintura) y Francisco Caro (poesía). Según el alcalde, los galardones reconocen el “tesón, trabajo, cualidades y virtudes que llenan de vida todas esas disciplinas”. El actor Francisco Valladares presentó el acto, que contó también con la participación del Grupo de Cámara de la Orquesta Ciudad de Alcalá.
Apuesta por la creación
Los Premios Ciudad de Alcalá son una apuesta por la creación y González subrayó que “por tradición y por legado, tiene importancia, y mucha, este apoyo a la creación artística, como uno de los elementos imprescindibles de entendimiento y proyección entre las personas”.
El compromiso de la ciudad, del Ayuntamiento y de su gobierno municipal con la cultura es, según el alcalde, patentey se pone de manifiesto en el esfuerzo realizado para que “en un año complicado, de una gran crisis económica, hayamos reforzado nuestra apuesta por la cultura ratificando un calendario cultural vertiginoso”. Bartolomé González recorrió las grades citas que, a partir de la Semana Cervantina que se celebra estos días, se van a vivir en Alcalá en las próximas semanas. “Podremos vivir –anunció- la pasión del teatro al aire libre, con el primer cuarto de siglo de ‘Don Juan de Alcalá’, o disfrutar del mejor cine de cortometrajes de nuestro país”, puesto que a principios de noviembre comienza, también, el Festival Alcine.
Además, Bartolomé González recordó que Alcalá es sede del Encuentro de Teatralia -en una clara apuesta por la cultura y los niños-, del Campus Internacional de Grandes Maestros de PhotoEspaña y de uno de los grandes Festivales de teatro Clásico de nuestro país. “Todo ello –añadió- entrelazado en torno a dos grandes manifestaciones a favor de Cervantes: una el Abril de Cervantes, más centrada en los escritores, en los autores y en las letras españolas, y la otra, esta Semana Cervantina volcada en los llamados ‘Universos de Cervantes’, donde las grandes disciplinas artísticas se dan cita una vez más. El Ayuntamiento apuesta por la creación artística con la entrega de los premios “Ciudad de Alcalá”
El alcalde, Bartolomé González, ha presidido la ceremonia en el día en que se conmemora el bautismo de Cervantes en la ciudad complutense
La gala, conducida por el actor Francisco Valladares, ha contado con la presencia de la premiada de “las Artes y las Letras”, Ainhoa Arteta

Alcalá, 09-oct-09.- El alcalde de Alcalá de Henares, Bartolomé González, presidió la ceremonia de los Premios Ciudad de Alcalá y entregó a la soprano Ainhoa Arteta el Premio Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras. Esta gala se celebró coincidiendo con la conmemoración del bautismo de Miguel de Cervantes en la ciudad complutense el 9 de octubre de 1547 y tuvo lugar “en el Teatro que lleva el nombre de Miguel de Cervantes, donde –según el alcalde- reforzamos nuestra apuesta por la creación y por los creadores, nuestra apuesta por el arte y por la cultura con mayúsculas”.
En su cuadragésima edición, los Premios Ciudad de Alcalá correspondieron a María José Aranguren y José González (arquitectura, por el proyecto del Parador de Alcalá), Ralf Pascual (fotografía), Jorge de la Peña (investigación histórica), Juana Cortés (narrativa), Juan Ignacio García (periodismo), Klaus Ohnsman (pintura) y Francisco Caro (poesía). Según el alcalde, los galardones reconocen el “tesón, trabajo, cualidades y virtudes que llenan de vida todas esas disciplinas”. El actor Francisco Valladares presentó el acto, que contó también con la participación del Grupo de Cámara de la Orquesta Ciudad de Alcalá.
Apuesta por la creación
Los Premios Ciudad de Alcalá son una apuesta por la creación y González subrayó que “por tradición y por legado, tiene importancia, y mucha, este apoyo a la creación artística, como uno de los elementos imprescindibles de entendimiento y proyección entre las personas”.


Taller de literatura HONDARRIBIA



Entre los libros que se comentarán este año está también MEMORIAS DE UN AHOGADO.
Espero poder acudir para participar en alguna de las charlas.



sábado, 3 de octubre de 2009

DEVENIR PERRA de Itziar Ziga


He leído DEVENIR PERRA –magnífico título- de tirón. Es un libro corto, sencillo, como dice su autora, “escrito desde la pasión, la euforia y la rabia”. Lo he atacado con ilusión por conocer cuál es hoy, ahora, en España, el movimiento alternativo más próximo a la destrucción del género tradicional, qué se cuece en el entorno más torcido/queer (maricas, bolleras, transexuales, travestis...) y cuáles son las reivindicaciones del nuevo feminismo que se está gestando en este ambiente.

En este libro se habla de muchas cosas (violencia machista, prostitución, precariedad laboral, etc). Se presentan a la vez diferentes personajes que hablan de sus experiencias y, sobre todo, del orgullo de reconocerse perra (término que se opone desde la provocación a la concepción femenina tradicional, con sus mujeres, principalmente heterosexuales, sometidas, practicantes de sexo pasivo, consentido, críticas con la prostitución, con el consumo de drogas, con los excesos, etc). Se percibe la fuerza que emana de la manada, en la cual las perras encuentran su identificación y se sienten protegidas. Perras que viven su feminismo, a la vez que no castran su feminidad, hiperfeminidad en algunos casos. “No reivindico la feminidad de las chicas buenas, sino la de las perras malas. Una feminidad extrema, radical, subversiva, espectacular, insurgente, explosiva, paródica, sucia, nunca impecable, feminista, política, precaria, combativa, incómoda, cabreada, despeinada, de rimel corrido, bastarda, desfasada, perdida, prestada, robada, extraviada, excesiva, exaltada, borde, canalla, viciosa, barriobajera, impostora...” Perras lesbianas que buscan una imagen en la que sentirse cómodas, a pesar de que esa imagen sea la que se asocia a la provocación masculina, a la degradación de mujer objeto. Perras que se buscan, se inventan, se construyen desde el artificio, desde la duda, desde la confrontación.

Este libro, extremadamente sencillo y, para mi gusto, bastante caótico en su desarrollo, puede servir para provocar, o abrir los ojos a sectores bienpensantes que no han tenido antes contacto con la teoría queer. Para los lectores que ya han pasado por maestras como Beatriz Preciado (que junto a Virginie Despentes ha escrito el prólogo), este libro se queda en la anécdota. Pero creo que realmente esa era la intención de Ziga, agitar desde el grito, desde la patada, con su escritura perra.

lunes, 28 de septiembre de 2009

PREMIOS SHANGAY



MEMORIAS DE UN AHOGADO ha sido nominada como mejor libro de temática gay/lésbica, junto con:

EL MAL FRANCÉS, de Lluis Maria Todó (Egales)

LISZT TUVO LA CULPA, de Isabel Precolí (Egales)

TAN DULCE, TAN AMARGO, de Roberto Carrasco (Odisea Editorial)

Y TODAS LAS MALDICIONES DEL MUNDO, de Javier Quevedo (Odisea Editorial)

Y DE REPENTE FUE AYER, de Boris Izaguirre (Planeta)


El fallo será en Noviembre.
Votaciones en shangay.com

viernes, 18 de septiembre de 2009

CUERPO - Poema Queer

Cuando el cuerpo dejó de ser el cuerpo,
para volverse fábrica, pescadería,
vertedero,
abominaste de él,
dejaste de amarlo.
Envolviste en cinta aislante tus pechos,
porque no los querías,
y te colocaste un dildo entre tus piernas
para follarte a quien amabas,
a quien odiabas,
para dar por culo al mundo entero.
El cuerpo dejó de ser cuerpo reconocido,
para volverse experimento.
También fantasía.
Pero había más de ti en el cuerpo inventado
que en el otro, el viejo,
abandonado, moribundo y dolorido cuerpo.
Había más de ti en las prótesis de plástico,
que en la carne tibia.
¿Cuánto tiempo tardarías en reconocerlo?
Hasta que un día, el cuerpo destronado,
recuperó su dignidad de mapa,
de pizarra,
para volverse estructura,
sostén que permitía
la reconstrucción continua.
Ahora lo reutilizas, reciclas sobre tu carne.
Te vas, pero vuelves.
Estás volviendo.
Y una y otra vez.
Porque, como has descubierto,
nada es estático y rotundo.

JCA

miércoles, 16 de septiembre de 2009

XXY


Quisiera hacer un pequeño comentario de XXY porque, además de ser una gran película, bella, original, muy viva, nos ofrece a través de unas imágenes cautivadoras una historia que altera la percepción habitual del género, de la identidad, del deseo. Estos tres puntos que he comentado brevemente en entradas anteriores se combinan creando una historia diferente, que es capaz de agitarnos, de conmovernos, de arrebatarnos.
Alex es hermafrodita, y su sexo aparente es el femenino, si bien su miembro masculino está ahí, condenándola a la diferencia. En la película se trata la reasignación de género mediante cirugía como una posible solución. La reasignación busca una solución desde y para el exterior, pero hay contar con que puede resultar inadmisible para quien la sufre. También deja entrever los peligros que entraña dicha medida si la asignación es equivocada, o simplemente no deseada. Pero, ¿por qué pasar por una cirugía? ¿Siente necesariamente Alex la necesidad de ajustarse a un criterio estándar, femenino o masculino? Junto a la indeterminación que acompaña su género físico, Alex, en plena adolescencia, también vive una identidad de género confusa. Aparentemente femenina, se resiste a negar su masculinidad. El tercer elemento que llama la atención del espectador es el deseo de Alex. Intuimos un deseo confuso, que se concretiza en la relación sexual que Alex mantiene con Álvaro, en la que ella toma la iniciativa y asume el papel activo durante la penetración. Esta escena me pareció original, impactante. En ella se condensaban los tres puntos; el cuerpo de Alex (aparentemente femenino), su identidad (masculina), su deseo (homosexual). Todo ello en aquel cobertizo, resumiéndose en el asombro del chico que es penetrado, y la mirada del padre que ve lo que no quiere ver.
XXY es una historia preciosa sobre la diferencia, contada con mimo, con cariño. Una película que nuestros chicos deberían ver, para desintoxicarse de tanto Disney Channel y de esos estereotipos que predican una vida fácil, entre risas enlatadas y bailes colectivos. Películas en las que el sexo físico es inmutable, la identidad sexual no existe –porque se obvia-, y el deseo está siempre determinado.

La página de la película es buenísima.

jueves, 10 de septiembre de 2009

FANTASIAS

Sus manos en las caderas. Las yemas de los dedos presionando en el límite del dolor. Su aliento en el cuello. La respiración entrecortada. Antes, cuando hacía el amor con su marido, su mente volaba como una cometa con las cuerdas tensas, arriesgando en cada pirueta. Pero, desde hacía algún tiempo, el placer de planear había desaparecido. Todo se había reducido a unos movimientos rítmicos. Fricciones entre dos cuerpos totalmente carentes de pasión. Amaba a su marido, aunque amar siempre le había parecido una palabra presuntuosa. Pero la rutina, con la mecánica de un tractor, había aniquilado la ilusión. Y la pasión. Y las mariposas en el estómago. Se folla con la cabeza, pensaba ella. Y mi cabeza está embotada. Sin embargo, si cerraba los ojos e imaginaba a otro hombre, su placer era mayor. Era una fantasía íntima que se sentía incapaz de compartir. Hasta que un día conoció al hombre que había imaginado. Lo reconoció por su olor a tabaco. Su sonrisa torcida. Su mirada inquieta. Sin duda aquellos eran los dedos que conocían su cuerpo y sabían abrirlo y cerrarlo a su antojo. Lo deseó sin palabras. Fue una descarga eléctrica entre sus muslos. La atracción era mutua e intentar contenerse parecía sólo un despropósito. Cada paso que daba le conducía en la misma dirección. Quedaron en un hotel próximo al Retiro, una tarde de lluvia intensa. Él llegó primero. Se desnudó y dobló con cuidado su ropa interior. Ella prefirió dejarla desordenada sobre la moqueta. Le molestaba tanta corrección. Cuando la abrazó ella sintió que se lanzaba de cabeza a una piscina helada. Luego cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y, mientras él lamía su cuello, imaginó que hacía el amor con su marido.

Juana Cortés Amunárriz

Relato publicado en la revista AGITADORAS en el mes de junio 2009

miércoles, 9 de septiembre de 2009

ARAÑAS

Todavía no sé si fui afortunado o si, en aquellos años de indecisión, labré definitivamente mi futura infelicidad. Alba usaba vestidos de tergal que confeccionaba su madre; había sido una niña disciplinada de leotardos oscuros y sonrisa débil. Inés, en cambio, era una tejedora de hilos, de telas de araña, en las que yo quedaba atrapado, convertido en insecto por su deseo. Alba tomaba mostos, e Inés whisky con soda, como las protagonistas de novelas de calidad ínfima, y movía la copa para que los hielos sonaran provocadores. Alba recogía su pelo oscuro en una cola de caballo, Inés sacudía su melena clara. Algunos de sus cabellos caían sobre la moqueta y se quedaban allí, dormidos, hasta que una mañana, al recibir un rayo de sol inoportuno, brillaban como un tesoro y me traían su recuerdo, su ausencia, avivando mi vértigo de momentos felices. Alba era cuadrada, de ángulos rectos, pero Inés tenía un contorno difuso y variable según sus estados de ánimo. La naturaleza de una era sedentaria, la de la otra exploradora –Inés se escapaba con facilidad por las rendijas y antes de que me diera cuenta, se subía en una nube y se alejaba de mí en un vuelo sin motor-. Vivía en dos posibilidades, en dos mundos distintos, y evitaba la decisión que los alejaría sin remedio. Las dos conocían la existencia de la otra y la aceptaban, como una enfermedad hereditaria, un percance temporal que tarde o temprano pasaría. Jugamos así unos cuantos años, de encuentros racionados, de placer dosificado, hasta que, una noche empachado de palomitas tras una sesión doble de cine, fijé una fecha para mi boda con Alba. Tuve miedo de la naturaleza depredadora de Inés y, cobarde, rompí la tela y huí. Di la espalda así a un futuro de cigarrillos mentolados, y me alejé de su pubis depilado, de sus pies pequeños, blancos, perfectos. Abandoné su amor extravagante por un amor mediano, de siestas aburridas. Alba y yo compramos un piso de protección oficial y pintamos las habitaciones de colores, aunque no acertamos en ninguno –predominó su falta de criterio y yo no supe enderezarla-. Ante mi sonrisa estúpida, ella eligió los muebles que decorarían mi futura existencia. Ya entonces intuí a lo que me enfrentaba, pero seguí adelante con el valor de los cobardes. Pocas horas antes de la boda, pisé las últimas dudas con uno de los tacones de mis zapatos nuevos y cuando acabé con ellas, o al menos las silencié, encendí un cigarro y me miré al espejo. Me encontré cara a cara con el hombre más estúpido del planeta. La tarde era lluviosa, las nubes grises, la luz plomiza. El traje de novia se mojó los bajos y la humedad se extendió como una plaga hacia las caderas de Alba. No quise pensar que era un presagio. El banquete fue modesto, el cava mediocre, el brindis desapasionado. Con cada uno de esos detalles me alejaba de Inés y, en cierta forma, de mí mismo. Luego los años centrifugaron mi amor inconsistente, que quedó descolorido y encogió hasta amoldarse a tardes de fútbol y a niños que se constipaban y tomaban jarabe de fresa. Cuando mil años después, casualmente, volví a ver a Inés, araña madura, todavía hermosa, fui consciente de mi vida no vivida. Ella ni siquiera reparó en mí, caminaba subida a sus tacones, con su cuerpo elástico y sus caderas firmes de mujer apasionada. Volví a casa herido por el influjo de su imagen, y, en ese momento, sucedió. Como si la viera por primera vez, me fijé en Alba, que preparaba la cena. Observé sus movimientos, sus medias negras, el vello de sus brazos, y, súbitamente, sentí el pánico que acompaña las revelaciones. Cómo no me había dado cuenta antes… Alba también era una araña, pero de otra especie. Se trataba de una maldita araña común. De repente entendí que ella también había tejido su tela, con sutileza, y era allí donde yo vivía, atrapado, sin esperanza. Sentí un extraño dolor, una rabia muda. ¿Cómo has pasado el día, cariño? Me preguntó Alba, pero no le contesté, concentrado en mis pensamientos hostiles. En ese mismo momento decidí mi plan. Administré el insecticida en dosis muy pequeñas para evitar que descubriera su sabor. Fue así como meses después Alba desaparecía de mi vida. Me deshice de los muebles y pinté la casa de color blanco.
A día de hoy me he vuelto bastante maniático y evito los insectos de cualquier tipo.

Juana Cortés Amunárriz




Relato Publicado en la Revista AGITADORAS de mayo 2009

SILENCIO

Tus ojos. Tu boca. Estás sentada justo en frente de mí. Nos separan tan sólo seis palmos de mesa, y lo único que hago es observarte y pensar en todo lo que ha sucedido. Ha sido un error, has dicho. Luego el silencio. Surge la duda, asomando su cabeza calva y deforme. ¿Ha sido un error porque las cosas no han salido como esperabas, o porque te alejaste de mí? Sería importante conocer la diferencia. Podría ayudarnos a tener una visión más clara de este tema del que no hablamos. Porque el café gira. Porque yo te miro. Porque el silencio es como un prado amarillento que crece en estos seis palmos de mesa que nos separan. Una llanura inabarcable.
Estás más cerca y más lejos que nunca; las distancias han cambiado. El corazón es otro. ¿Sabes cómo te sientes después de un centrifugado? Parece que la cabeza se te va a caer a pedazos. Silencio. Sólo silencio. Ahora hablan mis ojos. Las fosas nasales se abren como las de un animal embravecido. Hace un mes y medio que te marchaste. No estoy segura, dijiste. Necesito tiempo, dijiste. Después de seis años de convivencia. ¿En qué puto terreno crecieron esas dudas? Las paredes de casa se movieron bajo el influjo de tus palabras y todo parecía más pequeño. Cogiste los libros de Spambauer y tus cds de música pop inglesa. Te llevaste también dos cuadros de la sala: el caballo de dos cabezas y el paisaje lunar. Entonces aparecieron esos horribles cercos, esas sombras que confirmaban que lo nuestro había durado el tiempo suficiente como para que la casa necesitara una mano de pintura. Seis años. Me miraste desde la puerta con dulzura. Como Judas miró a Jesús, pensé más tarde. Porque entonces todavía no sabía nada de ella y sólo sentía la caricia helada de tus ojos.


Tu ausencia, el hueco de tu cama, la lavadora a medias, las vitaminas que olvidaste encima del microondas y que era incapaz de tocar, sacaban punta a la realidad. Y caían virutillas de vida sobre el suelo. Y la realidad se me mostraba afilada, con su punta gris, dispuesta a clavarse en mis ojos. Doloridos. Pero en una ciudad como la nuestra no hacen falta seis pasos para estar interconectados. Dos o tres son suficientes. Pronto supe que Sabina había vuelto, tras años de ausencia, y la estabas viendo. A tu ex, aquella de la que no querías hablar nunca. Y yo que pensé que el silencio en el que la habías enterrado era el de los muertos... Me equivoqué.


Sabina es un nombre de árbol. Es un nombre extraño, aunque cualquier nombre, el más feo, el más trivial, puede romper una vida. Nunca creí que algo así pudiera sucederme a mí. Porque eso le ocurre a los otros, y puede ser que, en el fondo, hasta se lo merezcan. No como yo, que lo estaba haciendo bien —somos herederos de una herencia cristiana que premia el esfuerzo. No, realmente no me lo merecía, porque yo me esforzaba. En quererte. En hacer las cosas bien y tenerlo todo a punto. Las endivias tiernas. El pollo empanado crujiente. Lesbianas enamoradas, con un apartamento bonito y una vida tranquila. Una vez al año hacíamos un viaje a un lugar exótico.


Tu mirada de Judas. Seis años. ¿Por qué nunca me hablaste de ella? Me dejaste sin brújula, empujada por los vientos del desierto. Los cercos en la pared. Los huecos en la librería. Yo, pudriéndome en un sofá, con la tele puesta, con un bol de palomitas y una manta para cubrirme si me entraba sueño. Me seguía esforzando. En salir adelante. En vivir, aunque malditas las ganas. Los días malos, ensimismada, las palomitas se chamuscaban. Incomibles. Palomitas carbonizadas. Y la peli era un horror. Y me empezaba a asfixiar en el sofá, que me atrapaba como si fuera un pozo de arenas movedizas, aquí, en nuestro propio salón. Mi salón, quiero decir. Y encendía un cigarro, porque había vuelto a fumar. Y sólo pensaba en desvanecerme, en dejarme llevar a ninguna parte. No estoy segura dijiste, y esa noche, la última que pasamos juntas, ya no jugueteaste con mis pezones. Ya no buscaste mis labios. Ignoraste el grito de mi coño. Yo también pasé a ser silencio. La mirada de Judas.


Pero me esforcé en salir adelante. Tenía que reinventar la historia, volver a respirar. Y así cambié de perspectiva. Porque más allá de tus dudas, ¿qué había? Sabina, aquel sol cegador que había derretido mi mundo. La imaginaba más guapa, más femenina, más lista y divertida que yo. Su cutis suave. Su risa alegre. Su cintura estrecha. Sí, me empujó una malsana curiosidad. Necesitaba comprobar que era humana, que a ella también se le caía el pelo en otoño y que la enfermedad se le notaba en el aliento. Humana. Como tú y como yo. Mujer a fin de cuentas. Y es que no podemos luchar contra los fantasmas. Por eso la busqué. Fue fácil provocar un encuentro casual. Muy fácil.


Y ahora estás tú aquí. Dicen que tan sólo seis grados de separación nos unen con cualquier ser del planeta, pero a nosotras nos separan seis palmos de mesa. Fue un error, has dicho. Tu excusa. Tu forma de pedir perdón. Y mi silencio. Porque no sé cómo explicarte que todo es distinto. Si cambias el punto de vista, cambia el mundo. Y yo tenía que hacer algo. La basura llena de palomitas chamuscadas, el cenicero a rebosar de colillas... Fuiste tú quien me empujaste. Me empequeñeciste tanto que tuve que engrandecerme para no desaparecer por una rendija. La busqué a ella para encontrarme a mí. Pura supervivencia. Tú la hiciste diosa, y yo la quería convertir en mortal.


Los vértices de un triángulo. Suena el móvil en este silencio denso, pero no lo cojo. Las dos sentadas a la mesa. Ha sido un error, has dicho. Pero yo no te he contestado, como tampoco contesto al teléfono. Sé que es Sabina que me busca, que me quiere, que no puede vivir sin mí. Es humana y he descubierto sus debilidades. Conozco el olor de su cuerpo, el quejido de su garganta, el vacío de sus ojos cuando me despido de ella. Cuando introduzco mis dedos en su vagina cálida, cierra los ojos y jura que el mundo es de color azul.
¡Qué extraño triángulo! Tres corazones latiendo a la vez pero con distinto ritmo. No estoy segura, le he dicho a Sabina. No estoy segura, te digo a ti.


Necesito tiempo. Al igual que las paredes de la sala necesitan una mano de pintura. Para borrar esos cercos, esas sombras tan molestas. El rastro del caballo bicéfalo que nadie quería, que había crecido huérfano en una esquina de la tienda de cuadros. El paisaje lunar, desolado, esos cráteres grises y marrones, como una piel humana vista de cerca, con una lupa gigante. Una mano de pintura y desaparecerán seis años de recuerdos. Seis grados de separación. Seis palmos de mesa.
Y en medio de este silencio que nos envuelve, despiadado, el móvil suena. Incansable.



Juana Cortés Amunárriz



Relato publicado en la Revista AGITADORAS de Abril 2009

sábado, 5 de septiembre de 2009

La diferencia


LA DIFERENCIA

Escuchó la puerta, pero siguió amaestrando la camisa rebelde, las mangas, los puños, sintiendo el calor de nube volcánica que venía de la plancha. Esperó el saludo del chico, hola, mamá, su beso seco, el ritual de todas las tardes. Pero, para su sorpresa, él pasó a su lado, evitándola, y se encerró raudo en su habitación.

— Nicolás, ¿qué sucede?

Sara había visto algo; le había parecido que su hijo tenía el rostro amoratado. Una pelea, se dijo. Esas cosas sucedían, cosas de críos. Pero por dentro la angustia le crecía como una enredadera e iba paralizando sus explicaciones, asfixiándola.

El chico bloqueó la puerta. El pestillo, aquel pequeño trozo de metal, hasta ahora inocente, ignorado, sin sentido, aislaba a su hijo del mundo. Le apartaba de ella.

— ¡Nicolás!

Le hubiera gustado hundirse en la paz de un contacto mágico, como el de la ola que muerde la arena seca, la penetra, la posee y la enriquece. Deseaba sostenerle entre sus brazos, retenerle contra su cuerpo, a pesar de que había llegado el tiempo de no tocarse. Nicolás tendía al silencio, quizás porque sus sueños estaban llenos de ruido.

Golpeó la puerta con los puños. Gritó el nombre de su hijo. Ya no era la madre tranquila, ahora era una mujer asustada. Nicolás, eres mi vida. Si tú sufres, yo sufro. Nicolas se alejaba, y ella no sabía cómo evitarlo. Claro que él sabía que ella estaba allí, como siempre había estado, cerca, próxima, vigilando sus movimientos, sus pasos, como un mastín. Pero la adolescencia había quebrado su comunicación habitual. Los estados de ánimo contaminados por los vientos también contaminados.

Sentada en el pasillo, Sara se dijo que siempre había sabido que ese momento llegaría. No lo había pensado nunca así, fríamente, pero lo había intuido. Nicolás, con su carácter introvertido, tímido. Nicolás, cangrejo ermitaño, capaz de vivir escondido en su concha. Él era de los que no peleaba, aunque le quitaran los juguetes, aunque le empujaran o le tiraran al suelo. Nicolás permanecía quieto, con su boquita abierta y sus preciosos ojos se humedecían lentamente. Esa forma en que la humedad se transforma en gotas, las gotas en regueros, los regueros en inundaciones.

Sólo cuando llegó la hora de la cena, Nicolas abrió la puerta. Sara vio entonces el golpe en la mejilla, el hematoma que se extendía hasta el ojo derecho. Un campo de lavanda, pensó. De lavanda herida. Flores aplastadas, derrochando su tinta.

— No es nada —dijo él.

Durante ese tiempo de espera Sara se había tranquilizado.

— Vamos a hacer la cena.

Una vez sentados a la mesa, la madre le preguntó si quería hablar. El chico dijo que no con la cabeza.

No sólo era tristeza, o rabia lo que sentía Nicolás. También era confusión. No sólo odiaba al imbécil que le había golpeado, se odiaba a sí mismo. Se odiaba tanto que él mismo se hubiera herido. Hubiera pataleado su propia espalda, indefensa, tumbado en el suelo. Se detestaba. Se podía ver desde fuera, como si él formara parte de aquellos ojos que habían observado aquel acto, la pelea entre dos chavales, mejor dicho, el ataque de un chaval sobre otro que no respondía, que no reaccionaba, como si no fuera con él aquel insulto, aquella provocación. Crueldad, pero también cobardía. Y él, Nicolas, víctima, se convertía a la vez en verdugo de sí mismo. Por ser tan complicado. Por ser tan gilipollas. ¿Por qué no podían gustarle las mismas cosas que a los demás? ¿Por qué no se identificaba con ellos?

Crecer. Crecer muy solo. Crecer torcido.

— ¿Seguro que no quieres hablar? Nicolás, escucha...

El chico la miró y hubo un encuentro de sus miradas. Sara suspiró. Sólo deseaba reconciliar a su hijo con el mundo.

— La pelea más importante no es hacia fuera —dijo.

El chico jugueteaba con los espaguetis, los enroscaba en el tenedor para luego desenroscarlos. No tenía hambre.

— La batalla fundamental es hacia dentro.

Nicolás bebió un poco de agua. Sentía un nudo en la garganta.

— ¿Entiendes de qué te hablo?

La rabia. Las ganas de hacerse daño. La soledad de los cangrejos.

Por la mejilla amoratada de Nicolás corrió una lágrima. Y luego otra. Y Sara supo que había dado en el clavo.

Su mano buscó la del chico, la atrapó, y las dos, una sobre la otra, reposaron sobre la mesa. Mano sobre mano. Piel sobre piel. Y las manos permanecieron unidas, desafiando al mundo, hasta que las lágrimas cesaron.

* * *

Estas son algunas de las definiciones de la palabra “diferencia” según el diccionario de la RAE.
1. Cualidad o accidente por el cual algo se distingue de otra cosa.
2. Variedad entre cosas de una misma especie.
Pero también tiene esta otra:
3. Controversia, disensión u oposición de dos o más personas entre sí.

27-02-2009 “Según un estudio sociológico, más del 50% de los jóvenes gays y lesbianas sufre violencia física o psíquica en el centro de estudios”.
Son datos de un estudio del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y la Federación española de gays y lesbianas.

Artículo publicado en la sección LA PLUMA INVITADA, de la revista Shangay del mes de Marzo 2009.

domingo, 30 de agosto de 2009

Reseña en Dos Manzanas

La densidad de las almas, Todas las maldiciones del mundo y Memorias de un ahogado

Enviado elputojacktwist el 28 Agosto 2009 en Libros

Memorias de un ahogadoJuana CortésEl tercer nombre (libro cedido por Berkana)

Parece que la literatura para hombres homosexuales acabará siendo patrimonio de las mujeres. Juana Cortés (Hondarribia, 1966) escribió esta novela en 2004 y tras ese peregrinaje infructuoso de editorial en editorial tan conocido por los escritores (y a pesar de haber sido reconocida con numerosos premios), ha conseguido por fin publicar su primera novela.

En sus propias palabras “La novela habla del placer, del sexo, visto desde un punto de vista masculino a veces, otras más femenino (¿podemos las mujeres follar por follar, sin personalizar a nuestro amante ocasional, sin saber nombres, ni crear un mínimo vínculo emocional aunque sea temporal?), de la fidelidad (¿se cae el mundo si somos o nos son infieles? ¿es así de verdad o es lo que nos han enseñado a pensar?), de la amistad, del suicidio, de la soledad, de la maternidad”

Jota, un homosexual ex-alcohólico, parece haber encontrado la paz cuando conoce a Miguel, un hombre fascinante. Pero Miguel también es Silvia, una mujer fascinante, enamorada de un hombre que es muy importante en la vida de Jota.

Almodóvar mataría por una historia como ésta (eso dice mi santo, que suele llevar razón).

Dejo enlace al blog de la autora, para más información.
Otros libros en Desayuno en Urano
http://latabernadelmar.blogspot.com/


http://www.dosmanzanas.com/2009/08/la-densidad-de-las-almas-todas-las-maldiciones-del-mundo-y-memorias-de-un-ahogado.html

miércoles, 26 de agosto de 2009

Tertulia literaria




Hago un pequeño esquema.

El placer y la necesidad de degustar historias.
La lectura.
De la lectura a la escritura.

Elementos con los que trabajar a la hora de escribir.


La ficción y la realidad.


Hondarribia como enclave literario.



Respecto a la novela:

El género, nuevas teoría acerca de lo femenino.

¿Literatura de mujeres?
Literatura gay. Ventajas y desventajas de las etiquetas.


Como siempre, un placer colaborar con Emeki. Un abrazo a todas.

martes, 14 de julio de 2009

Periódico del Ayuntamiento de Alcorcón



La literatura es sólo un elemento más para evidenciarlo (el género) y cuestionarlo.

Ana Rossetti

sábado, 4 de julio de 2009

Extracto 2 de TESTO-YONQUI , de Beatriz Preciado


Algunos códigos semiotico-técnicos de la masculinidad pertenecientes a la ecología política farmacopornográfica:

Río Grande; el fútbol,

Rocky, llevar los pantalones, saber dar una hostia cuando es necesario;

Scarface, saber levantar la voz;

Platoon, saber matar, los medios de comunicación, la úlcera de estómago, la precariedad de la paternidad como lazo natural, el buzo, el sudor, la guerra (aunque sea en su versión televisiva), Bruce Willis, la Intifada, la velicidad, el terrorismo, el sexo por el sexo, que se te levante como a Rocco Siffredi, saber beber, ganar dinero, Omeoprazol, la ciudad, el bar, las putas, el boxeo, el garage, la vergüenza de de que no se te levante como a Rocco Siffredi, el Viagra, el cáncer de próstata, la nariz rota, la filosofía, la gastronomía, tener las manos sucias, Bruce Lee, pagar una pensión a tu ex mujer, la violencia doméstica, las películas de horror, el porno, el juego, las apuestas, los ministerios, el Gobierno, el Estado, la dirección de empresa, la charcutería, la pesca y la caza, las botas, la corbata, la barba de dos días, el alcohol, el infarto, la calvicie, la fórmula 1, el viaje a la Luna, la borrachera, colgarse, los relojes grandes, los callos en las manos, cerrar el ano, la camaradería, las carcajadas, la inteligencia, el saber enciclopédico, la obsesión sexual, el donjuanismo, la misoginia, ser un skin, los serial-killers, el heavy-metal, dejar a tu mujer por otra más joven, el miedo a que te den por el culo, no ver a tus hijos después del divorcio, las ganas de que te den por el culo...

Extracto de TESTO-YONQUI , de Beatriz Preciado


"Algunos códigos semiotico-técnicos de la feminidad pertenecientes a la ecología política farmacopornográfica:


Mujercitas, el coraje de las madres, la píldora, cóctel hipercargado de estrógenos y progesterona, el honor de las vírgenes;
La bella durmiente, la bulimia, el deseo de un hijo, la vergüenza de la desfloración;
La sirenita, el silencio frente a la violación;
Cenicienta; la inmoralidad última del aborto, los pastelitos, saber hacer una buena mamada, el Lexomil, la vergüenza de no haberlo hecho todavía;
Lo que el viento se llevó, decir no cuando quieres decir sí, quedarse en casa, tener las manos pequeñas, los zapatitos de Audrey Hepburn, la codeína, el cuidado del cabello, la moda, decír sí cuando quieres decir no, la anorexia, el secreto de saber que quien te gusta realmente es tu amiga, el miedo a envejecer, la necesidad constante de estar a dieta, el imperativo de la belleza, la cleptomanía, la compasión, la cocina, la sensualidad desesperada de Marilyn Monroe, la manicura, no hacer ruido al pasar, no hacer ruido al comer, no hacer ruido, el algodón inmaculado y cancerígeno del Tampax, la certitud de la maternidad como lazo natural, no saber gritar, no saber pegar, no saber matar, no saber mucho de casi nada o saber mucho de todo pero no poder afirmarlo, saber esperear, la elegancia discreta de Lady Di, el Prozac, el miedo de ser una perra calentona, el Valium, la necesidad del string, saber contenerse, dejarse dar po culo cuando hace falta, resignarse, la depilación justa del pubis, la depresión, la seda, las bosiltas de lavanda que huelen bien, la sonrisa, la momificación en vida del rostro liso de la juventud, el amor antes que el sexo, el cáncer de mama, ser una mantenida, que tu marido te deje por otra más joven...