He leído DEVENIR PERRA –magnífico título- de tirón. Es un libro corto, sencillo, como dice su autora, “escrito desde la pasión, la euforia y la rabia”. Lo he atacado con ilusión por conocer cuál es hoy, ahora, en España, el movimiento alternativo más próximo a la destrucción del género tradicional, qué se cuece en el entorno más torcido/queer (maricas, bolleras, transexuales, travestis...) y cuáles son las reivindicaciones del nuevo feminismo que se está gestando en este ambiente.
En este libro se habla de muchas cosas (violencia machista, prostitución, precariedad laboral, etc). Se presentan a la vez diferentes personajes que hablan de sus experiencias y, sobre todo, del orgullo de reconocerse perra (término que se opone desde la provocación a la concepción femenina tradicional, con sus mujeres, principalmente heterosexuales, sometidas, practicantes de sexo pasivo, consentido, críticas con la prostitución, con el consumo de drogas, con los excesos, etc). Se percibe la fuerza que emana de la manada, en la cual las perras encuentran su identificación y se sienten protegidas. Perras que viven su feminismo, a la vez que no castran su feminidad, hiperfeminidad en algunos casos. “No reivindico la feminidad de las chicas buenas, sino la de las perras malas. Una feminidad extrema, radical, subversiva, espectacular, insurgente, explosiva, paródica, sucia, nunca impecable, feminista, política, precaria, combativa, incómoda, cabreada, despeinada, de rimel corrido, bastarda, desfasada, perdida, prestada, robada, extraviada, excesiva, exaltada, borde, canalla, viciosa, barriobajera, impostora...” Perras lesbianas que buscan una imagen en la que sentirse cómodas, a pesar de que esa imagen sea la que se asocia a la provocación masculina, a la degradación de mujer objeto. Perras que se buscan, se inventan, se construyen desde el artificio, desde la duda, desde la confrontación.
Este libro, extremadamente sencillo y, para mi gusto, bastante caótico en su desarrollo, puede servir para provocar, o abrir los ojos a sectores bienpensantes que no han tenido antes contacto con la teoría queer. Para los lectores que ya han pasado por maestras como Beatriz Preciado (que junto a Virginie Despentes ha escrito el prólogo), este libro se queda en la anécdota. Pero creo que realmente esa era la intención de Ziga, agitar desde el grito, desde la patada, con su escritura perra.
En este libro se habla de muchas cosas (violencia machista, prostitución, precariedad laboral, etc). Se presentan a la vez diferentes personajes que hablan de sus experiencias y, sobre todo, del orgullo de reconocerse perra (término que se opone desde la provocación a la concepción femenina tradicional, con sus mujeres, principalmente heterosexuales, sometidas, practicantes de sexo pasivo, consentido, críticas con la prostitución, con el consumo de drogas, con los excesos, etc). Se percibe la fuerza que emana de la manada, en la cual las perras encuentran su identificación y se sienten protegidas. Perras que viven su feminismo, a la vez que no castran su feminidad, hiperfeminidad en algunos casos. “No reivindico la feminidad de las chicas buenas, sino la de las perras malas. Una feminidad extrema, radical, subversiva, espectacular, insurgente, explosiva, paródica, sucia, nunca impecable, feminista, política, precaria, combativa, incómoda, cabreada, despeinada, de rimel corrido, bastarda, desfasada, perdida, prestada, robada, extraviada, excesiva, exaltada, borde, canalla, viciosa, barriobajera, impostora...” Perras lesbianas que buscan una imagen en la que sentirse cómodas, a pesar de que esa imagen sea la que se asocia a la provocación masculina, a la degradación de mujer objeto. Perras que se buscan, se inventan, se construyen desde el artificio, desde la duda, desde la confrontación.
Este libro, extremadamente sencillo y, para mi gusto, bastante caótico en su desarrollo, puede servir para provocar, o abrir los ojos a sectores bienpensantes que no han tenido antes contacto con la teoría queer. Para los lectores que ya han pasado por maestras como Beatriz Preciado (que junto a Virginie Despentes ha escrito el prólogo), este libro se queda en la anécdota. Pero creo que realmente esa era la intención de Ziga, agitar desde el grito, desde la patada, con su escritura perra.