miércoles, 3 de noviembre de 2010

CAE LA TARDE

Cae la tarde
y sin embargo
asciende la vida,
plena de hidrógeno,
nocturna y juguetona,
tras el rastro de una luna
hermosa y llena.
JCA

TURBACIÓN

Su sexo se abre
como una camelia sedienta,
ansiosa del rocío amargo
que producen sus dedos,
sabios dedos
que la hacen florecer
aún al borde del hastío.

JCA

martes, 2 de noviembre de 2010

DE NUEVO


De nuevo, en este terremoto instantáneo,
recupero tu lengua, tus dedos,
tu forma de lavarte los dientes.
Tu saliva al despertar.
Tu sentido del humor más bien lacónico.
Un día comiendo uvas,
pelando uvas que tú introducías en mi boca.
Una tarde, fumando,
hablando de dios y de la muerte.
El sabor de aquellos helados de avellana,
eran tus favoritos,
y el crujir de los pistachos
con cuyas cáscaras hacías dibujos sobre la mesa.

JCA

viernes, 29 de octubre de 2010

BESOS


En ese beso improvisado
se solidifica
el sueño no compartido,
el ansia de volar de las cigüeñas,
un temor bravo pero efímero.

JCA

jueves, 21 de octubre de 2010

Tu sonrisa ardiente.
Saltan chispas de fuego de tus labios
y amenazan con quemar el frondoso bosque
que crece en mis costillas.

JCA

miércoles, 13 de octubre de 2010

BOSQUE


Horrible la mirada,
bajo el sauce,
bajo las hojas que lloran,
frías, desangeladas,
verdes también las manos
que rasgan la ropa
del niño,
sucia la mirada,
en el bosque
donde los árboles
fingen no oír el grito
también desnudos,
también temblorosos los sauces,
que cierran los ojos,
que agitan las hojas,
para no ver lo que sucede,
lo que está sucediendo
ahora, en algún bosque
quizás no muy lejano.

JCA

sábado, 9 de octubre de 2010

Sentada en el pasillo, Sara se dijo que siempre había sabido que ese momento llegaría. No lo había pensado nunca así, fríamente, pero lo había intuido. Nicolás, con su carácter introvertido, tímido. Nicolás, cangrejo ermitaño, capaz de vivir escondido en su concha. Los ojos de Nicolás, dos pequeños charcos en su rostro. Ojos que se humedecían lentamente. Ese proceso en el que la humedad se transforma en gotas, las gotas en regueros, los regueros en inundaciones.
Sólo cuando llegó la hora de la cena, Nicolas abrió la puerta. Sara vio entonces el golpe en la mejilla, el hematoma que se extendía hasta el ojo derecho. Un campo de lavanda, pensó. De lavanda herida. Flores aplastadas, derrochando su tinta.

JCA