lunes, 28 de junio de 2010

TAMARA


Éramos asquerosamente jóvenes. Yo te admiraba; tú siempre tan decidida. Tenías el carácter de un furtivo y los ojos de regaliz. Bailabas con los labios abiertos, colocada. Amigas para siempre, nos decíamos. Hasta que llegó el sida, y el musgo creció lentamente entre las letras de tu nombre.
JCA