sábado, 5 de junio de 2010

Sin pensarlo, mi pie apretó el freno y desvié la trayectoria. ¿Por qué me salí de la carretera? ¿Por qué lo hice? Al ver la casa la reconocí. Alguna vez había visitado aquella casa en mis sueños. Las ramas desnudas de los árboles dibujaban jeroglíficos contra el cielo que no supe interpretar. La casa me llamaba. Nunca antes había tomado esa carretera, y sin embargo... ¿Podemos apartarnos de nuestro destino? Vuelve al coche, sigue tu camino, me decía mi voz interior. Pero la curiosidad era más poderosa que aquel leve susurro. Tenía el vello de los brazos erizado, a pesar de que la tarde era calurosa y tranquila. Ni siquiera llamé a la puerta. La empujé; estaba entornada. El quejido de una mecedora me condujo hasta una pequeña sala. Aquella mujer mayor tenía los ojos en blanco. Eran unos horribles ojos ciegos. Me sonrió con su boca vacía de dientes.
Llevo tanto tiempo esperándote, me dijo.
JCA